Nadie dice que los rounds exprés, salvajes y de media ropa no sean memorables, pero siempre le salimos debiendo mucho al cuerpo, incluso durante los encuentros a ritmo promedio. Porque cuando apenas el cerebro está mandando las señales sensoriales, los poros y las fibras nerviosas recién reaccionan, ¡pum!, se acaba el encuentro. Y tú ni enterada de todo lo que hubieras podido experimentar. No volverá a ser así, que vamos a cocinar a fuego lento.
Kissing me softly
Prueba guiar a tu galán al deep slow motion kiss. Lleven toda su atención, como si tuvieras una cámara mental a un extreme close up al interior de tus labios.
Unan sus bocas poco a poco y trata de hacer consciente cada movimiento de tu cara y tu mandíbula, además sentirás cómo tu saliva aumenta y sientes la necesidad de utilizar tu lengua.
El juego consiste en imaginar que se encuentran besándose en cámara lenta; mientras tanto, que el roce con sus manos sea igual de ligero. Sus cuerpos empezarán a crear más y más expectativa.
Las sustancias que tu cerebro segrega al momento de sentir se desencadenan a través de los besos. Y no está de sobra pasarte el dato: tu boca y tu vagina están conectadas; cuanto más acuoso se pone ‘arriba’, mayor será tu lubricación.
Foreplay de experimentados principiantes
¿Recuerdas la sensación que tuviste la primera vez que tocaste el pecho de tu primer novio, sus nalga o su pene? ¿Esa excitación y novedad? Tráela de vuelta, pero, obvio, con todo lo que ya has vivido. Lo mismo con tus sensaciones.
Ninguna olvidamos la primera vez que al fin dejamos que el galán en cuestión pasara a la siguiente base y ¡nos besara las boobs! Si a esas sensaciones le agregas paciencia, la que ahora tienes y que por calenturientas razones no tuvieron tú y tu galán primerizo, verás cómo multiplicas la experiencia.
De nuevo, cámara lenta, llevando tu foco mental a cada espacio en el que recibas estímulos. Imagina que eres esa parte, toda tú; esto es conciencia sensorial. Eres tus muslos o espalda y, claro, tu clítoris.
Boobies en el paraíso
Para él y, sin duda, para ti, ésta será una experiencia paradisíaca. Sus manos deben deslizarse con la delicadeza de un pianista, precisamente imitando esos movimientos, dedo a dedo, a distintos ritmos y velocidades. Sus pulgares deben localizarse en cada pezón, girándolo con tanta lentitud como pueda.
Pídele que deslice sus manos en las direcciones que más le plazcan (y ti te complazcan). Permítete sentir cada centímetro de cada pecho y cuando comiencen las caricias orales, su lengua debe viajar por todos los centímetros, desde las clavículas, el espacio entre cada boob y las axilas hasta el abdomen.
Las rutas son infinitas, lo importante es olvidarse del típico y único estímulo de boca-nipple, así que deja que ese par se dejen querer.
La carretera a la gloria
De los pies a la cadera hay demasiado por explorar. Te aseguramos que cada uno encontrará puntos deliciosos que ni se imaginaban que tenían.
Puede ser la corva de una rodilla, cierto punto de la entrepierna, un tobillo… La clave es acariciar con calma y en mood supersensual, incluso con aceite para masajes. Desde los dedos de los pies hasta el inicio de los genitales.
La fiesta en este par de largas posibilidades puede ponerlos tan al tono que se perderán ahí un muy buen rato.
Down, down, down!
Ahora sí, vamos a las zonas de ataque sutil que tanto esperabas. Puedes llegar a ellas desde el camino de sus piernas o por caricias de abdomen hacia abajo. O ambas, why not?
Para el. Un oral megalento le cambiará la perspectiva, pero puede ser tan intenso que lo mejor es controlar su impulso por aumentar la velocidad que su pelvis, por instinto, buscará.
Así que ponlo de pie frente a ti y con toda comodidad toma asiento en un sofá o silla. Coloca tu mano en la base del tronco de su pene para que puedas medir la profundidad a la que llegará a tu boca y controlar el ritmo.
Comencemos ‘al revés’, o sea, por el oral y después, los deslizamientos de tus manos entrarán en acción. Obvio, los estímulos de tu boca son más intensos en cuanto a creación de sensibilidad, pero pueden ser más sutiles en términos de velocidad, ya que no mueves la lengua con tanta avidez como las manos.
Ya tienes su miembro en tu mano; direcciónalo hacia tu lengua y explora las distintas texturas, zonas y porciones del mismo. En verdad enfócate en sentir con la lengua e insiste en las partecillas que notes que lo están llevando a mil.
Deja que la acuosidad de tu boca se apodere de los espacios y, entonces sí, comienza a subir y bajar la mano.
Para ella. Repite la dinámica anterior, pero en una postura como el famoso 69. O bien, deja que se encargue de ti. Él debe practicar la sutileza absoluta, pídele que explore toda, toda tu vulva, lentamente.
Puede partir desde los labios mayores, el vestíbulo vaginal o por tus ingles. Lo que no debe olvidar es, al final, aplicar todo su poder sobre tu clítoris. Porque si comienza por ahí, el resto parecerá que se desensibiliza; no puedes comparar las terminales nerviosas y el potencial de tu clítoris con el resto de tus genitales.
Que acompañe su boca con sus manos, pero también en slow motion.
Penetraciones profundas
El mood lazy es ideal para la contienda. La postura es lo de menos; lo importante es quien lleve el ritmo posea la suficiente libertad pélvica para columpiar su cadera, como si apenas la pudiera mover al momento de penetrarte, y permitiendo una salida por secciones.
Es decir, imagina que su pene debe salir en tres o cuatro pasos pausados. Verás que tu vagina ha vivido dormida, pero hoy conocerás su verdadera capacidad.
Te darás cuenta de lo mucho que te estabas perdiendo en cada paso. Es como desdoblar o decodificar cada beso, estímulo o caricia, como un análisis minucioso que no solemos permitir porque estamos subidas en el tren de adrenalina. Y no es que eso sea malo, pero darse espacio para ejercitar cada sentido con conciencia es un regalo marca triple placer. ¡Venga, multipliquemos!
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