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La tristeza y el dolor transfiguraban el rostro de Carmen González, nunca imaginó que su hija terminaría muerta a tan corta edad. A pesar de la conmoción que la embargaba reunió fuerzas de donde pudo y procedió a relatar lo sucedió; ese día la niña se acercó a ella para pedirle permiso de ir a visitar a sus amiguitos en la casa vecina.
A las afueras de la morgue forense, la madre de Adriana del Carmen Vargas González, de cuatro años, no encontraba consuelo. La cabeza de la pequeña quedó atrapada el pasado jueves a las 6.00 de la tarde entre los barrotes de una ventana, por más que intentó salir del aprieto, no pudo lograrlo, su cuello se rompió y murió en el sitio.
La tristeza y el dolor transfiguraban el rostro de Carmen González, nunca imaginó que su hija terminaría muerta a tan corta edad. A pesar de la conmoción que la embargaba reunió fuerzas de donde pudo y procedió a relatar lo sucedió; ese día la niña se acercó a ella para pedirle permiso de ir a visitar a sus amiguitos en la casa vecina, deseaba jugar con ellos como de costumbre. Ante la solicitud, no pudo negarse, accedió.
El esposo de Carmen salió al frente de la casa, ambos estaban parados en la esquina cuando la vieron partir por el camino de arena del barrio La Lechuga, parroquia Francisco Eugenio Bustamante, al cruzar la calle la perdieron de vista. Al llegar a la vivienda, la pequeña llamó a la dueña, no salía nadie, empujó la puerta del porche, entró, y en un intento desesperado por saber si alguien se encontraba en el interior introdujo la cabeza entre los barrotes de la ventana.
La cabeza de la niña quedó atorada, no podía sacarla del agujero, los esfuerzos que hizo solo provocaron que su cuello se rompiera. Al cabo de una hora la dueña de la casa encontró el cuerpo sin vida de Adriana colgando de la ventana. Corrió hasta la casa de la madre de la niña para avisarle lo que había pasado.
Carmen no podía creerlo, al saber la noticia llamó a su esposo y juntos corrieron a la casa de la vecina, lograron sacarle la cabeza de la ventana, ya era tarde, había muerto. Las esperanzas persistieron en los padres, quienes la trasladaron hasta el Hospital Materno Infantil Cuatricentenario donde certificaron el deceso.
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