Durante décadas, la palabra cáncer se ha asociado con la muerte, pero la ciencia está ganando cada vez más batallas. La supervivencia de los pacientes en España y otros países ricos ya supera el 53% a los cinco años del diagnóstico, un tiempo suficiente para considerarse curación en la mayoría de los casos. En algunos tipos de tumor, además, la supervivencia es altísima, como en próstata (90%), melanoma (87%) y mama (85%). Y en otros casos la mortalidad es directamente anecdótica.
Un equipo internacional de científicos pone ahora sobre la mesa una propuesta que es un runrún desde hace años entre los oncólogos: dejar de llamar cáncer a algunas lesiones de muy bajo riesgo. Los expertos, capitaneados por la psicóloga australiana Kirsten McCaffery, alertan de que el uso actual de la palabra cáncer está haciendo que muchos pacientes opten por extirparse un pecho o la próstata sin necesidad.
Los autores ponen el ejemplo del cáncer de tiroides, cuya incidencia se ha multiplicado por cinco en los últimos años en algunos países. Detrás de esta explosión, explican, se encuentran nuevas técnicas de diagnóstico, como la tomografía axial computarizada (TAC), que han permitido detectar miles y miles de casos de cáncer de tiroides papilar, un tipo de tumor que no suele causar daño. La prueba de que casi siempre es inofensivo es que se encuentra en más del 4% de las autopsias de personas que han muerto por otras causas. Y recientes estudios en Japón han demostrado que la vigilancia activa de estos tumores ofrece resultados similares a la cirugía de extirpación.
McCaffery, de la Universidad de Sídney, y sus colegas también mencionan el carcinoma ductal in situ —el tipo más común de cáncer de mama no invasivo— y el cáncer localizado de próstata. En ambos casos, la mejora de la tecnología ha llevado a un sobrediagnóstico: la identificación de casos de cáncer que nunca habrían producido síntomas. En los tumores de mama, un reciente análisis de 24 años en Países Bajos ha sugerido que hasta la mitad de los diagnósticos en cribados con mamografías serían innecesarios.
“Se ha visto que las mujeres con un diagnóstico de carcinoma ductal in situ tienen un miedo exagerado y persistente a sufrir una recidiva y morir”, señala el equipo de McCaffery. En estas condiciones, muchas pacientes optan por quitarse un pecho o los dos, en lugar de apostar por una sencilla extirpación del tumor localizado o por una vigilancia activa.
La propuesta de revisar el uso de la palabra cáncer se publica en una de las revistas médicas más prestigiosas del mundo, The BMJ, el antiguo British Medical Journal. McCaffery y los suyos recuerdan “el desafío de no hacer nada en vez de hacer algo” al que se enfrentan los oncólogos. “Eliminar la etiqueta cáncer de algunos estados de bajo riesgo podría ayudar a cambiar la perspectiva de los médicos y les permitiría sentirse más cómodos recomendando opciones menos invasivas a los pacientes”, apuntan los autores, que también piden debatir la nomenclatura del melanoma in situ y de algunos tumores de pulmón y de riñón.
En el caso del cáncer de próstata, subrayan, el uso generalizado del examen diagnóstico PSA ha permitido identificar a hombres con tumores asintomáticos y de riesgo mínimo o nulo. Un estudio europeo con 43.000 personas calculó un sobrediagnóstico del 50% de los casos detectados mediante el cribado, ya en el año 2003. Muchos pacientes optan por someterse a una vigilancia activa, con revisiones periódicas, pero una cuarta parte de ellos acaba solicitando una cirugía o una terapia con radiación, ante la ansiedad y el miedo de vivir con algo dentro llamado cáncer.
El equipo de McCaffery plantea sustituir en estos casos la palabra cáncer por alternativas como “lesiones inactivas de bajo potencial maligno, células anormales o microtumores”. La propuesta recuerda iniciativas similares anteriores, como la lanzada hace cuatro años por la oncóloga Laura J. Esserman, de la Universidad de California en San Francisco. “Proponemos llamar lesiones inactivas de origen epitelial a aquellas lesiones (actualmente etiquetadas como cáncer) y a sus precursores que es improbable que causen daño si se dejan sin tratamiento”, afirmaba Esserman en la revista especializada The Lancet Oncology.
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