Una historia de amor como de telenovela entre dos jóvenes de diferentes departamentos de Colombia que se conocieron por internet y decidieron casarse, se convirtió en una pesadilla para ambos y sus familias.
A Maryuri Blanco Franco oriunda de Cúcuta, Norte de Santander y Jaír Lara Posada natural del corregimiento Angostura en Zan Zenón (Magdalena), solo les bastó un par de meses para enamorarse y en el altar jurarse amor eterno.
La joven fue quien dio el primer paso de abandonar la casa de sus padres y marcharse a Santa Marta donde estaba radicado el amor de su vida, quien ya había ido a visitarla un par de veces.
Su familia nunca estuvo de acuerdo con esa relación. En un principio pensaron que se trataba de un capricho pasajero de Maryuri, pero se preocuparon cuando anunció que
conformaría un hogar con Jaír en una región lejana y desconocida para ella.
Las opiniones en contra no frenaron a la mujer, que finalmente llegó a la capital del Magdalena para hacer realidad sus sueños con el amor de su vida.
Los dos profesaban la religión cristiana, así que para cumplir el mandato de Dios, se casaron muy pronto en el mes de diciembre de 2019. A la ceremonia no asistieron los familiares de Maryuri que mantenían su negación ante lo que consideraban era una locura producto de la inmadurez.
Aun así en las fotos que publicaron en redes sociales de la boda, a ambos se les notaba muy felices, enamorados y orgullosos de estar juntos.
La comunicación de Maryuri con sus familiares en Cúcuta era casi nula a raíz de la molestia e inconformismo que existía por la pareja que eligió.
Yainny Franco Blanco cree que su hermana no volvió a llamarles porque Jaír se lo prohibía. Su afirmación la sustenta en el hecho de que ella cambió su número y las pocas veces que hablaban era por redes sociales.
“Aunque era inevitable que estuviéramos intranquilos, decidimos no meternos más en sus cosas y que ella misma se diera cuenta que estaba cometiendo un error porque ese hombre no nos daba confianza”, manifestó Yainny.
Comenzó la pesadilla
Ya la familia había decidido no involucrarse en las decisiones de la joven, pero fue inevitable no hacerlo, cuando luego de varias semanas sin saber de la joven, en octubre la vieron en una videollamada que los dejó aterrados y mucho más angustiados.
Maryuri lucía irreconocible, estaba muy baja de peso, tenía ojeras y moretones en el cuerpo.
Los familiares de Jaír le aseguraron que ella venía presentando alteraciones nerviosas y ataques de ansiedad, y se negaba a comer y tampoco podía dormir.
“De un momento a otro se ponía a llorar, se desesperaba y se tornaba agresiva, golpeándose y mordiéndose sus labios”, contó su esposo.
Los jóvenes en el mes de mayo se habían ido al corregimiento de Angostura por la pandemia; sin embargo; a principio de noviembre tuvieron que regresar a la ciudad para que la cucuteña recibiera atención médica especializada.
“La llevamos inicialmente a una clínica y allí nos dijeron que su enfermedad era psiquiátrica así que la remitimos a un centro médico que tratara esa patología”, narró Jaír.
Los hermanos de Maryuri decidieron igualmente desplazarse a Santa Marta para conocer lo que sucedía. Al verla personalmente se alarmaron porque la joven ya no hablaba y parecía una paciente de una enfermedad terminal.
“Estaba irreconocible, no teníamos duda que algo le habían hecho; Maryuri es una mujer alegre y sana y la querían pasar, primero como enferma de covid y luego como si estuviera loca para desviar lo que realmente sucedió”, dijo otro pariente.
La familia retiró a la joven de la clínica, se la llevaron de la ciudad e instauraron una denuncia penal contra Jair Lara, al tiempo que hicieron pública el estado de salud de la joven y su historia en redes sociales y medios de comunicación de Norte de Santander.
De inmediato la noticia y fotografías de las condiciones que presentaba Maryuri y los señalamientos hacia su esposo y parientes, se hicieron virales.
A Jaír lo acusaron no sólo de abusar sexualmente a su esposa, sino también de maltratarla física y psicológicamente y negarle la alimentación. El mensaje de reflexión de la familia es a que las jóvenes se cuiden de las personas que conocían por internet para que no terminen como Mayruri.
Dichas afirmaciones han provocado una avalancha de ataques y amenazas a Jaír y sus seres queridos.
El joven, quien estudia licenciatura en educación física y tiene 24 años, tuvo que esconderse y cerrar sus redes sociales porque teme por su vida.
Su hermana Saday Lara manifestó que todos en la familia están viviendo un infierno por esta situación.
Por un lado, Jaír permanece deprimido al no saber cómo está su esposa y por otro, sus padres y hermanos tienen miedo de que alguno cumpla una de las tantas advertencias de muerte que le lanzan a diario.
“Nuestra principal defensa es la historia clínica que muestra que Maryuri no ha sido violentada ni abusada. Ya el caso está en manos de un abogado que demostrará la inocencia de mi hermano”, expresó Saday.
Respaldo del pueblo
La comunidad de Angostura Magdalena, como muestra de respaldo y solidaridad Jaír Lara y su familia, decidió realizar una marcha de rechazo contra las acusaciones y ataques que vienen de parte de los allegados de Maryuri e individuos desconocidos.
“Este pueblo es de gente sana y quienes conocemos a Jaír desde niño, nos atrevemos a decir que nada de lo que aseguran en su contra es cierto. Exigimos a las autoridades que lleguen al fondo de este caso y revelen la verdad para que estas personas se retracten antes de que ocurra una tragedia”, expresó un habitante del corregimiento Magdalena.
Los hermanos de Jaír lo han rodeado en este momento, para protegerlo y evitar que por la depresión que sufre pueda atentar contra su propia vida.
Maryuri por su parte viene recibiendo un tratamiento médico en Cúcuta y de acuerdo con su familia presenta una recuperación lenta.
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