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viernes, 11 de junio de 2021

Una historia de celos y locura que acabó con la vida de Olivia y Anna, las niñas de Tenerife

 

El 27 de abril fue el último día en el que la mirada de Beatriz Zimmermann se cruzó con la de sus pequeñas hijas Olivia y Anna. Su exmarido, Tomás Gimeno, pasó a buscarlas en su residencia en Tenerife (Islas Canarias), quedando en regresarlas al final del día. No ocurrió, en su lugar se produjo una llamada para advertirle a la angustiada madre que no volvería a verlas.

El terrible hallazgo este jueves del cadáver de Olivia, de 6 años, dentro de una bolsa amarrada al ancla de una embarcación deportiva propiedad de Gimeno, echó por tierra las esperanzas albergadas durante mes y medio.

Aún no se han localizado los cuerpos del padre asesino y de Anna, de apenas 12 meses de edad. Las autoridades se mantienen en intensa búsqueda.

El buque oceanográfico Ángeles Alvariño, dispuesto por las autoridades para rastrear a los tres desaparecidos, localizó en la tarde del jueves el cuerpo sin vida de Olivia, la mayor de las hermanas desaparecidas.

El barco encontró dos bolsas de lona lastradas con el ancla de la lancha de Gimeno. En una estaba el cuerpo de Olivia; la segunda estaba vacía, según confirmaron a ABC fuentes de la investigación.

Una historia familiar que terminó en tragedia

En lugar de llevar a Olivia y Anna al hogar materno, tal como se había acordado, la noche del 27 de abril, Tomás Gimeno zarpó desde un muelle en Tenerife, en dos ocasiones, sin la compañía aparente de sus hijas.

Las cámaras de seguridad de la Marina en Tenerife le grabaron embarcando bolsos que había traído en su carro, cerca de las diez de la noche. Y cuando volvió, pasadas las once y diez, en la embarcación no había ni rastro de esos bultos.

Así lo comprobó una patrulla del Servicio Marítimo de la Guardia Civil que lo detuvo a la entrada del puerto porque había excedido la hora del toque de queda y sospechaban que podía dedicarse al narcotráfico. Al revisar la lancha (aún no se sabía que la madre ya había acudido al cuartel a contar la desaparición) no hallaron nada.

Desde entonces, los investigadores no habían encontrado ni un solo dato que avalara que las niñas habían salido de la isla, pese a las teorías sobre supuestos barcos que las habrían recogido, cómplices y pagos.

La orden internacional de búsqueda se dictó a los tres días sin ningún resultado positivo. El entorno de Tomás Gimeno, fue sometido a una estrecha vigilancia. Ni las cámaras escudriñadas en calles y puertos, ni las cuentas corrientes ni los registros ayudaron.

La madre de las criaturas se aferraba a la esperanza del retorno de las niñas, creyendo que Tomás Gimeno sería incapaz de dañarlas de alguna manera.

Pero se trataba de un hombre con antecedentes de violencia, que además nunca superó que su mujer lo dejara y rehiciera su vida. Fuentes del entorno del canario aseguran que Tomás «no aceptó que la madre de sus hijas rehiciera su vida con Eric Domb».

Entre tanto, los ojos de los investigadores se concentraron en el mar. La lancha de Gimeno fue encontrada a la deriva, junto a una silla de bebé. Es cuando el buque oceanográfico se une a la intensa búsqueda.

La Sección de Homicidios y Desaparecidos, expertos en los casos más complejos, se abocó a la investigación. El paso de los días traslucía la preocupación y la escasa esperanza de los agentes.

Peleas y amenazas

Beatriz, la madre de Olivia y Anna, conoció de primera mano el carácter impulsivo y temperamental de Gimeno, de quien se separó el año pasado y que ya la había amenazado en varias ocasiones; la última, la misma noche de la desaparición de sus hijas cuando le dijo que no iba a volver a ver jamás a las niñas ni a él.

En la última conversación que mantuvieron después de que él zarpara de la Marina de Santa Cruz a las 23.30 horas, la madre no escuchó en ningún momento a sus hijas. Tampoco antes. Según las pesquisas a esa hora Gimeno ya se había deshecho de los petates y enseres que cargó en su lancha a las 21.30, antes de hacerse a la mar la primera vez.

El pasado agosto hirió a la nueva pareja de Beatriz, que había sido el jefe de ella, un belga de 60 años, cuya relación Gimeno se negaba a aceptar. Los sorprendió en el aparcamiento de una cafetería de la isla y Gimeno comenzó a golpearlo. Beatriz trató de mediar y separarlos. Según los testigos, él la tiró al suelo y la arrastró. Ninguno quiso formalizar denuncia ante la Guardia Civil.

Tampoco en diciembre, cuando la madre de las niñas acudió al cuartel a contar las amenazas que sufría por parte de su ex, pero no denunció. Aun así, los agentes activaron el protocolo de violencia de género. En marzo les aseguró que las amenazas no se habían vuelto a repetir. Y en todas las ocasiones dijo a los agentes que no quería perjudicar a Gimeno.

Gimeno arrastra un historial de trifulcas y antecedentes en los últimos ocho años, un perfil que han ayudado a completar los psicólogos y criminólogos de la Sección del Comportamiento Delictivo de la Guardia Civil.

El entorno de la expareja reconoce que él no aceptó la separación decidida por Beatriz. Gimeno se lamentaba porque no quería que a Olivia y Anna “las criara un viejo”, en referencia a Eric Domb, y llegó a contratar a un detective para que espiara a la madre de sus hijas.

Esperanzas rotas
La familia de Olivia y Anna seguía manteniendo la esperanza de un final feliz, pese a que el lunes se encontró la botella de oxígeno de submarinismo de Gimeno y un edredón, también de su propiedad.

Cuando aparecieron esos objetos, a más de mil metros de profundidad, el rastreo se concentró en una zona mucho más acotada que las extensas diez millas náuticas que se habían peinado en los últimos días. Tres días después se hallaron las dos bolsas de lona. Ese fue el lugar donde Gimeno conectó su móvil por última vez el 27 de abril.

Los trabajos de rastreo de la Guardia Civil a bordo del buque oceanográfico prosiguen en el lugar del suceso, a una milla náutica del puerto de Güimar en busca del cuerpo de Anna.

Una madre destrozada

Joaquín Amills, portavoz de la familia y presidente de la asociación SOSDesaparecidos, explicó al programa Juntos, de Telemadrid, cómo se encuentra Beatriz y todo su entorno en estos momentos: «Estamos sin poder decir palabra, tenemos que ser prudentes y esperar la confirmación de la prueba de ADN, pero ninguno esperábamos un hecho como este».

«No he podido hablar con ella directamente, he hablado con todo su entorno, pero lógicamente está destrozada, machacada… no hay palabras que describan una situación así, no se entiende que el ser humano pueda ser tan cruel, tan miserable», explicó Amills.

«Ahora mismo hay que dejar pasar el tiempo y seguiremos arropándola hasta que necesite, es algo que es dificilísimo de asumir, de entender», manifestó el portavoz.






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