Es bastante frecuente encontrarnos con aquel familiar hombre
(padre, tío, primo, cuñado, etc.) que en las fiestas le gusta vestirse
de mujer. Y hasta determinados ritos culturales, como las “despedidas de
soltero”, incorporan esta práctica de travestismo.
Usar indumentaria del sexo opuesto forma parte de muchas costumbres
en diferentes culturas. También los cambios en las estructuras de
género, sobre todo en las mujeres, han llevado a una ropa más unisex. A
diferencia de otras, las fantasías de “ser de otro sexo” tienen la
fuerza de la concreción (aunque sea por un momento).
Existen varias prácticas relacionadas con el tema:
* Transformismo o drag queen: no es una opción
ligada a la orientación sexual ni tiene objetivos erótico- estimulante.
Sus fines son artísticos. El actor se convierte en mujer en el escenario
pero no usa su recurso expresivo en la cama. No se cuestiona la
identidad de género. Se diferencia, así, de las personas transgénero,
transexuales o intersexuales que tienen que adaptar su cuerpo (por medio
de hormonas, intervenciones estéticas o cirugía de reasignación) para
buscar coherencia entre el sexo psicológico y el sexo biológico.
* Crossdressing: es una práctica que lleva a varones
heterosexuales a concretar sus fantasías. No está asociada al placer
sexual, sino a liberar “el lado femenino”, una especie de gusto por usar
sus, accesorios, maquillaje y hasta nombres de
mujer. En general se realiza en secreto por la vergüenza que produce,
aunque cada vez más hombres confían a sus parejas sus preferencias.
Hasta se acompañan mutuamente a comprar ropa, o frecuentan clubes
especiales para crossdressing. En nuestro país todavía es muy poco
conocido y marginal. Sin embargo, ya existen lugares donde los hombres
pueden concurrir y hasta reciben asesoramiento en vestuario y maquillaje
para “montarse” o producirse.
* Fetichismo transvestista: actualmente está
considerado un trastorno sexual (se ubica dentro de las parafilias).
Consiste en sujetos heterosexuales (generalmente hombres) que buscan
alcanzar el máximo placer sexual vistiéndose con alguna prenda del sexo
opuesto (ejemplo: lencería, medias, vestidos, etc.). La mayoría de estos
varones están casados o en pareja. La particularidad es que tienen una
conexión más fuerte e intensa con el objeto fetiche que con su mujer.
Desean estar con ella, tener relaciones sexuales, pero el clímax lo
alcanzan cuando usan o se frotan con el objeto femenino.
"Todo es posible en la cama"
La intimidad de una pareja puede incluir el intercambio de ropa,
el juego de roles, y hasta el uso masculino de consoladores. Todo es
posible en la cama. Si un varón se viste con ropa de mujer dentro del
juego erótico y dicha práctica no es condición “sine qua non” para tener
sexo, no debería llamar la atención. No implica nada más ni nada menos
que buscar nuevos recursos para disfrutar.
Considerar que ese hombre es un homosexual encubierto es un error. La
homosexualidad es un deseo de amar y/o tener relaciones con alguien del
mismo sexo y no implica usar indumentarias ni accesorios del sexo
opuesto.
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