Tal vez sea hora de aceptar que no existe la HTC de nuestros sueños, que
la crisis de HTC en la que vive desde 2011 es demasiado grave para
tener solución. Caer un 90 % en valor de mercado en sólo dos años crea
una herida demasiado grande.
La industria móvil son ciclos, y quien no lo quiera ver está
condenado. Igual de condenado que lo estaban en su momento quienes no lo
quisieron ver y ya han pagado las consecuencias. Uno de los primeros
casos fue el de Siemens, la única que podía acercarse a Nokia en la
primera mitad de la década pasada, y que estrenó el siguiente lustro con
su quiebra, como contamos en la historia completa de Siemens, desde el
éxito hasta su quiebra. Más tarde ocurrió lo de Palm, y 2013 está siendo
un año terrible para varias marcas. Hemos visto la venta de la división
móvil de Nokia a Microsoft, y poco después el principio de la
reconversión de BlackBerry a empresa de servicios de software, previo
paso por 4.500 despidos y el adiós al fabricante que marcó una era.
Ahora que encaramos la recta final de 2013, todas las miradas van hacia
el siguiente fabricante cuyos apuros y declive no pueden aguantar mucho
más: HTC.
HTC
ha caído un 90 % desde 2011Que HTC está en peligro de muerte no es nada
nuevo, y las noticias que van saliendo no hacen presagiar nada bueno.
El pasado mes de julio ya explicamos las claves de la crisis de HTC,
quien pasó de ser pionero a principios de esta década y finales de la
anterior, consagrándose como líder absoluto en el campo de Android, a
acabar sucumbiendo al duro correctivo impuesto por Samsung y su
exagerada cuota de mercado. Un marketing asimétrico con la calidad de
sus productos, su nefasta política de actualizaciones, la desatención a
la gama baja o la catastrófica alianza con Facebook explican parte de la
depresión de 2011 a 2013. Porque fue en 2011 cuando empezó a caer...
hasta un 90 % a día de hoy. Su valor en 2011 era de 37.000 millones de
dólares. Hoy es de 3.800 millones de dólares, como publicaba ayer Bloomberg. Salvaje.
Asistir a la muerte de un fabricante (véase el caso Siemens) o a una dura reconversión (muy probablemente, lo que ocurra con BlackBerry) es triste y es duro. He defendido hasta la saciedad a HTC, disculpado algunos de sus errores, y obviado que la mayoría de sus terminales viven cosidos a la intrascendencia. Pero tal vez sea hora de aceptar que no existe la HTC de nuestros sueños, que son demasiados errores y que esto ya no hay quien lo arregle. Si a ello le sumamos el empuje enorme de fabricantes como Lenovo, y muy posiblemente, Xiaomi, Meizu y compañía, unido a ese triángulo de las Bermudas compuesto por Samsung monopolizando a Android, Nokia (ahora Microsoft) monopolizando Windows Phone, y los fabricantes asiáticos arañando el mercado Android que deja Samsung. Y ya sabemos lo que cuenta la leyenda: quien se queda en el medio de ese triángulo, desaparece. Llevo meses con el "ojalá no". Y lo mantengo. Pero ya parece utópico.
Asistir a la muerte de un fabricante (véase el caso Siemens) o a una dura reconversión (muy probablemente, lo que ocurra con BlackBerry) es triste y es duro. He defendido hasta la saciedad a HTC, disculpado algunos de sus errores, y obviado que la mayoría de sus terminales viven cosidos a la intrascendencia. Pero tal vez sea hora de aceptar que no existe la HTC de nuestros sueños, que son demasiados errores y que esto ya no hay quien lo arregle. Si a ello le sumamos el empuje enorme de fabricantes como Lenovo, y muy posiblemente, Xiaomi, Meizu y compañía, unido a ese triángulo de las Bermudas compuesto por Samsung monopolizando a Android, Nokia (ahora Microsoft) monopolizando Windows Phone, y los fabricantes asiáticos arañando el mercado Android que deja Samsung. Y ya sabemos lo que cuenta la leyenda: quien se queda en el medio de ese triángulo, desaparece. Llevo meses con el "ojalá no". Y lo mantengo. Pero ya parece utópico.
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