Caracas, 31 de marzo – La falta de lectura es
en el siglo XXI casi como una epidemia que se extiende degenerando
funciones cerebrales que tardamos milenios en desarrollar. En serio.
Escribió Wittgenstein que los límites de tu lenguaje son los límites de tu mundo, y si no expandes tu lenguaje -conceptualizando tu entorno-, tu mundo será mezquino y reducido, frío y viscoso. Incomprensible.
Aunque nuestra mayor recomendación para lograr una buena ortografía
sigue siendo que leas todos los día al menos un poco -libros buenos,
pregúntales a los libreros cuáles son esos-, te presentamos -como todos
los días- una nueva aclaratoria que, aunque parezca tontería, infecta diálogos y en redes sociales y mensajes de texto dondequiera que se habite le lengua castellana.
Recordemos la diferencia entre ay, ahí y hay. Lo primero que hay que decirles a muchas personas es que ‘ahy’ no existe. No. Lo siguiente es saber diferenciar los casos.
Ay. Es una interjección que se utiliza para expresar dolor, placer, sorpresa o cualquier cosa que amerite el gritico: “¡Ay, qué rico!”.
Ahí. Es un adverbio de lugar al que puedes acudir sin miedo sustituyéndolo mentalmente por allí o aquí: “Ahí está tu hermano”.
Hay. Es una de las conjugaciones del verbo haber: – ¿Hay leche? – No, no hay.
La sabiduría popular incluso ha generado un chiste de esos tontísimos
que bien puede explicar con mejores ejemplos la diferencia.
Tu amante: “Ay, qué rico… Ay, qué rico…”
Tu novia: “Ahí me duele, ahí ve con suavidad…”
Tu esposa: “Hay que pintar la casa. Hay que hacer mercado. Hay que pagar las cuentas”
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