Cada vez se conocen más casos de parejas que se rompen cuando uno de
los integrantes de la misma descubre las incursiones internáuticas
eróticas del otro. El “descubierto” suele aducir que nada ha ocurrido,
que el intercambio con ese otro hombre o esa otra mujer no ha ido más
allá de un ir y venir de mensajes online.
La realidad es que suelen ser contadas las ocasiones en que se da el
encuentro real. Una gran parte de las personas que “histeriquean” vía
redes sociales, WhatsApp, chats, etc. no concretan un encuentro físico
con su partenaire virtual, acotando el intercambio erótico o sentimental
a la Web. Esto no significa que la ciberinfidelidad sea menos “grave” o
menos dolorosa que la otra. Dependerá de cada pareja y de su contrato
cómo seguir – o no – a partir del descubrimiento de la misma.
Lo que suele seducir de estos contoneos en la red, además de la
fantasía, es la proyección de un ideal en ese otro que está del otro
lado de la pantalla, en contraposición con lo que se tiene en casa: una
persona ya conocida – muy probablemente querida – pero que ya no ofrece
la adrenalina que ese desconocido (o ese conocido aún no “obtenido”,
casi como la sortija de una calesita) suele ofrecer.
Conductas habituales de los infieles virtuales
- Pasan incontables horas frente a la computadora y suelen perder
registro de lo que está ocurriendo a su alrededor. Mientras el resto de
la familia duerme, ellos están frente a la máquina.
- Tiene cada vez menos comunicación con su entorno.
- Se sobresaltan al ser interrumpidos chateando o hablando.
- Suelen tener bloqueados con contraseña todos sus gadgets: celular, tablet, PC de escritorio.
- Borran hasta el menor registro de su actividad cibernáutica.
- Viven esclavos de su teléfono móvil y lo llevan consigo hasta al baño.
- Suelen adjudicar nombres de fantasía a sus partenaires.
- Tiene cada vez menos comunicación con su entorno.
- Se sobresaltan al ser interrumpidos chateando o hablando.
- Suelen tener bloqueados con contraseña todos sus gadgets: celular, tablet, PC de escritorio.
- Borran hasta el menor registro de su actividad cibernáutica.
- Viven esclavos de su teléfono móvil y lo llevan consigo hasta al baño.
- Suelen adjudicar nombres de fantasía a sus partenaires.
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Esto es una mierda! Que ridiculez hasta parece un cuento de niños! Que basura !
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