Los fans de las series de TV dan por cierta la teoría de que,
mientras más avanzada la noche, menos texto hay que escribir para
cuadrar un sensual encuentro furtivo. Para probarlo, Barney Stinson, el
personaje de Neil Patrick Harris en “How I Met your Mother”, espera a
las tres de la mañana y manda un signo de interrogación vía SMS. Como
respuesta recibe un signo de exclamación, lo cual significa que el trato
está cerrado y que Stinson tendrá sexo esa noche.
El detalle que se omite en la teoría es que para que funcione es
indispensable que el emisor y receptor de los mensajes hayan tenido sexo
antes. Esa intimidad preexistente –y previsiblemente «legendaria»– hace
posible que la cita fluya con la velocidad con la que devoraríamos un
chocolate en medio de un cuadro de ansiedad. Sin ella, no queda más que
ponerse creativo y escribir con más elocuencia. Para lograrlo,
entendamos que el #Sexting es un anglicismo que nace de la contracción
de «Sex» (sexo) y «Texting» (enviar y recibir SMS) y que describe el
intercambio de contenido erótico a través de celulares.
Con el avance de la tecnología, el sexting ha dejado de limitarse
solo a escritura de mensajes subidos de tono, sino que implica imágenes,
audiovisuales y archivos de voz. Del mismo modo, se empiezan a hacer
populares servicios como Snapchat, una app para crear y enviar fotos y
videos de caducidad limitada que desaparecen tan pronto como la otra
parte los ha visto. Así, es posible hacerse una foto desnuda y
enviársela a tu novio para que la vea durante cinco segundos, por
ejemplo, en medio de una reunión de trabajo y con su jefe sentado al
frente de él sin que quede rastro/huella de aquel mensaje. Suena
divertido ¿no?
¿Para quién es el sexting?
Desde el punto de vista ético, toda persona adulta que consienta
intercambiar contenido erótico propio con alguien más. Desde el
tecnológico, cualquiera con un Smartphone. De hecho, existen campañas
que exhortan a los menores de edad a no fotografiarse desnudos ni a
compartir su sexualidad a través de Internet. Tomarse un selfie es tan
fácil que los más jóvenes no suelen reflexionar sobre los riesgos de
exponer su intimidad en redes sociales o a través de servicios de
mensajería instantánea.
¿Entonces es malo practicarlo? ¡Para nada! Según Rafael Herrera
Garland, terapeuta sexual y de pareja del Instituto de Terapia Racional
Emotiva, el sexting es saludable para mantener vivo el deseo en una
pareja, puesto que erotiza la mente de las personas y genera un clima
apto para una relación sexual. Sin embargo, como con toda actividad que
se realiza en conjunto, hay que establecer reglas previamente:
Consentimiento. Preguntar a la otra persona si le
provoca entrar en este tipo de juego erótico. El sexting debe ser un
intercambio feliz. A nadie le gusta recibir fotos de tetas o
entrepiernas que no ha pedido.
Límites. Medir hasta dónde se quiere llegar con las palabras y proposiciones. Un coqueteo digital puede llegar muy lejos.
Prevención. Nunca mandes fotos o videos donde
aparezca tu rostro. En el momento que un contenido sale de nuestro poder
y entra en las redes, dejamos de controlar cuán privado es.
Si se respetan estas reglas, el sexting es positivo porque favorece
la imaginación y la creatividad, crea complicidad en la pareja, ayuda a
conocer ciertos gustos y deseos en la práctica y puede resultar hasta
romántico, porque hace que sientas una urgencia juvenil por ver a tu
novio o esposo: con todo lo que se han escrito durante el día, la
temperatura de ambos se irá elevando hasta dejarlos listos para ir de
los dichos al hecho.
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