Como unos auténticos desconocidos describen los habitantes del pueblo de Correns, en el sur de
Francia, a Brad Pitt y a Angelina Jolie, que posen desde 2008 el castillo de Miraval, del que no salen con frecuencia.
Los testimonios, recogidos por la prensa francesa, atestiguan la
distancia existente entre la pareja de actores estadounidenses y el
resto del pueblo.
“Nos toman por unos paletos”, se queja en “Le Journal du Dimanche”
uno de los 900 habitantes de esta zona situada a unos 250 kilómetros de
la frontera franco-italiana.
“Les hemos escrito de parte de una asociación que lucha contra la
fibrosis quística y nunca han respondido”, exclama por su parte una
antigua trabajadora de la Oficina de Turismo, que dice no entender cómo
la pareja no emplea en su terreno a “los albañiles, artesanos y personas
que conocen la viña”.
Los habitantes insisten en que su interior se ha convertido en una
“fortaleza” en la que disponen de ex militares estadounidenses y
personal de seguridad de las fuerzas británicas.
La pareja, que contrajo matrimonio en el castillo en octubre de 2014,
descubrió el complejo durante un vuelo en helicóptero y después de tres
años de alquiler, decidió comprarlo en 2008 por 35 millones de euros
(unos 38,3 millones de dólares).
Pese a la intimidad que los Pitt pretenden preservar al viajar en
coche por separado y realizar distintos trayectos para ir al mismo
destino para despistar a la prensa, al matrimonio también se le reconoce
algún intento por integrarse.
En 2011, invitaron al alcalde a cenar en la villa y visitaron con sus
seis hijos un mercadillo en la región vecina de “Entrecasteaux”.
“Desde que vio las cámaras, Angelina
huyó mientras que Brad se mostró muy agradable asegurando que podíamos
hacerle fotos, pero que no tocáramos a sus hijos”, comenta un testigo de
la escena.
Desde entonces, el actor se ha convertido en un aficionado al vino
tinto, según una fuente próxima al enclave, hasta el punto de hacerse
miembro de la Asociación de Maestros Vinícolas Biológicos de Correns.
En junio firmó varias botellas para venderlas con fines caritativos,
lo que reportó a la asociación 29.8000 euros (326.834 dólares), el doble
del año anterior.
Los vecinos admiten pese a las quejas que su presencia ha dado
publicidad al pueblo, beneficiado también por su holgada situación
económica, que les ha llevado en alguna ocasión a gastar “varios miles
de euros” en un solo día en una tienda de juguetes.
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