Las recientes medidas tomadas en la
frontera con Colombia, además de ponerle coto al desbancamiento
económico que, de manera planificada, llevaba adelante el paramilitarismo en alianza con un sector de la oligarquía colombiana y los apátridas criollos, han servido para develar la hipocrecía de la oposición venezolana.
Con vergüenza, quiero citar tres
pronunciamientos que pudieran causar asombro, si no estuviéramos
acostumbrados a las loqueteras, incoherencias y desatinos con las cuales
la derecha venezolana manifiesta su odio antichavista.
María Corina Machado
expresó en comunicado: “Exigimos que se abra de inmediato la frontera y
que se derogue el injustificado decreto de Estado de Excepción.
Igualmente, que se respete el ordenamiento jurídico que confiere
derechos a los colombianos en Venezuela.” Esta barbaridad, la dice a
pesar de que en un párrafo anterior afirma: “resalta el abandono de
nuestras fronteras durante los últimos 17 años…” ¿Y entonces, señora
Machado? Por un lado critica el supuesto abandono de las
fronteras, pero seguidamente solicita derogar las medidas que buscan
reforzar su resguardo. De pasada, incurre en una calumnia
asquerosa al sugerir que violamos los derechos de los hermanos
colombianos habitantes en nuestro país, intentando desacreditar al
gobierno bolivariano. El presidente Maduro lo ha dicho claramente: “PARA
LOS COLOMBIANOS Y COLOMBIANAS RESIDENTES EN NUESTRO PAÍS TODO EL AMOR Y
SOLIDARIDAD POSIBLE. PARA LOS PARAMILITARES Y CONTRABANDISTAS TODO EL
PESO DE LA LEY, SEAN DE DONDE SEAN”.
Otra declaración pasmosa, se la debemos a
un exministro de CAP, de quien no citaremos el nombre para evitarnos la
pena ajena. Dijo, en un evento empresarial organizado por la Cámara de
Comercio de la ciudad fronteriza: “Le pido perdón a Cúcuta por lo que ha
hecho mi país”. Una declaración similar dieron un grupo de venezolanos
“exiliados” en Miami, encabezados por un exmilitar prófugo tras ser
solicitado por presuntamente intentar colocar explosivos en la Embajada
de España en 2002. Esta gente no disimula sus genuflexiones a
las mafias colombianas paramilitares y el uribismo que, desde hace 15
años, conspiran contra la Venezuela bolivariana, mientras a la vez se enriquecen con los lucrativos delitos fronterizos
Para cerrar este breve recuento de ignominias, reseño la insólita declaración del mariscal Chúo Torrealba: “Evidentemente
hay un intento del Gobierno de, en el corto plazo, crear una situación
de perturbación que pudiera dar pie a suspender, posponer elecciones o,
en todo caso, crear un clima de histeria militarista que incida en una
mayor abstención”. Para el máximo vocero opositor, no hay bachaqueo,
como tampoco contrabando ni paramilitarismo. No existen centenares de
casas de cambio en la frontera que trafican divisas devaluando nuestra
moneda. No. No existe nada de eso. Solo existe su lote de candidatos y
candidatas perdedores a la Asamblea Nacional. Como era de esperarse, se
equivocó en sus charlatanerías este genio de la política reaccionaria.
Ha pasado el “corto plazo” y la palurda profecía estratégica del
mariscal no han sido más que palabras vanas: las elecciones de diciembre
siguen en la agenda política y la única histeria que hay
pareciera ser la opositora por no hallar un discurso lógico y
convincente en su crítica a las correctas medidas contra los criminales
en la zona fronteriza.
El Estado de Excepción decretado en los municipios que colindan con el vecino país han sido un doble golpe.
Por un lado, se desbarata una faceta importante de la conspiración
económica mafiosa y, por otro, se dejan en evidencia las mediocres
intenciones de una derecha a la que, definitivamente, se le perdió en el
diccionario el concepto de PATRIA.
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