¡Luís Salas, con esa cara de malandro y
es ministro de economía! -Vociferaban unos con la misma cara de Salas
pero cubierta por unos Ray Ban que les daban cierta distancia y
categoría. La cara de Salas es la cara del 90% de los venezolanos, con o
sin Ray Ban, pero a los que se maquillan con logotipos y marcas,
convencidos de que son despreciablemente inferiores por su piel tostada,
por el pelo rizado a punto de chicharrón, prefieren para ministro, y
así lo expresan, a alguien de rasgos Europeos y apellidos
impronunciables. Un ministro que hable inglés -of course-, egresado de
alguna universidad del Norte, aunque sea una universidad majunche de
Boca Ratón, no importa, cualquier cosa es mejor que la U-U-UCV de donde
salieron Luís Salas y los indignados con Ray Ban que despreciándolo se
auto desprecian.
Les gustaría, uno como Prat Gay, el
recién estrenado ministro de hacienda y finanzas argentino, el que llegó
con el cambio y liberó los precios de la carne, la leche, el trigo,
cuidando, eso sí, que el vino y el fernet queden protegidos dentro de la
cesta básica. Uno que aumente impuestos a los que menos tienen, para
que “paguen con alegría” y exima de sus compromisos fiscales a las
grandes fortunas para que sean más alegres todavía. Uno que traduzca a
pizzas que no te vas a poder comer los aumentos de los servicios que en
campaña prometió no aumentar. Uno que diga: “Cada gremio sabrá hasta
dónde arriesgar empleos a cambio de salarios”, así que no pidan porque
los botamos, miren que en dos semanas ya hemos botado a diez mil
pedigüeños. Uno así sería lindo para los indignados con Ray Ban, quienes
no solo no se reconocen como care' pueblo, sino que tampoco se
reconocen como trabajadores asalariados.
Es así como, además de querer un
ministro blanquísimo de apellidos impronunciables y graduado en USA,
quieren uno que defienda los intereses de quienes les pagan el sueldo
con el que compran sus Ray Ban. Es que la teoría del goteo les permeó el
cerebro y están convencidos de que si a Lorenzo le va bien, a ellos
también. Así como si al final del año, el dueño los va a invitar a su
casa a tomarse unos tragos y a repartir las ganancias entre todos sus
empleados, eso sí, exceptuando a los tierrúos que van al trabajo en
camionetica, sin Ray Ban y, por ende, sí tienen cara de malandros como
el ministro Salas.
Entonces van más allá de la piel y medio
entran en el discurso del nuevo ministro para sufrir una pataleta
hurribli porque Luís Salas habla de especulación, atentando contra el
derecho de los ricos a exprimir a los pobres y peor, atentando contra
los sueños de los eternos aspirantes que afirman que mientras haya ricos
ellos puede aspirar a serlo también… Y así, entre pataletas,
autodesprecios y aspiraciones frustradas, se les va la vida en un
apartamento de El Cafetal.
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