Venezuela ha sido clasificada por expertos ambientales como un territorio “megadiverso”, y ese calificativo no solo alude a la pintoresca red de escenarios paisajísticos que la conforman, sino a la amplia gama de especies que la habitan. Esa realidad supone ventajas naturales que fueron capitalizadas en el pasado, a través de prácticas ecoturísticas y programas de aprovechamiento de recursos naturales, pero la actualidad es otra.
Actualmente, los problemas ambientales se intensificaron, acrecentando la deuda que la sociedad venezolana tiene pendiente con sus espacios naturales. Un grupo de venezolanos entendió esto y se puso a la vanguardia de la innovación tecnológica al servicio de la restauración de ecosistemas; de esta manera surgió un proyecto bautizado como “Biciola”. Se trata de una bicicleta no convencional que limpia las playas de microplásticos contaminantes en la medida que busca cambiar la forma en que las comunidades perciben el tema ambiental y se involucran en las prácticas a favor de la conservación de ambientes naturales y de la biodiversidad.
La problemática ambiental en Venezuela tiene muchas caras, desde la invasión de especies exóticas en Mochima hasta la desaparición de glaciares en la Sierra Nevada, y no son pocas las que están ligadas de una u otra forma a la acción humana. La contaminación de las costas es una de esas caras visibles, pues ante las fallas que presenta el sistema nacional de recolección, manejo y deposición de desechos sólidos, este tipo de ambientes naturales termina convirtiéndose con alevosía o sin ella en vertederos espontáneos de basura y, por consiguiente, en espacios con altos niveles de acumulación de microplásticos.
¿Qué son los microplásticos?
Los ambientes naturales, sean frágiles o no, tienen enemigos silentes que en los tiempos que corren aumentan en forma y número como consecuencia de las actividades que desarrollamos los seres humanos, actividades que demandan cada vez más materiales y compuestos inorgánicos. Los microplásticos entran en esa categoría, y se han convertido en una amenaza no solo para los ecosistemas y las especies que los habitan, sino para la salud de los seres humanos.
Los microplásticos son los residuos en los que se convierte un plástico cuando empieza a descomponerse por estar expuesto a la intemperie. Pueden medir menos de 5 milímetros y esto los hace casi imperceptibles a simple vista. Tienen la capacidad de ocupar el agua, el aire y el suelo, y esto propicia las condiciones para que estén presentes en distintos eslabones de la cadena productiva, permitiendo en muchos casos su infiltración hasta los bienes finales de consumo humano.
La comunidad científica en general ha llegado a consensos conceptuales e informativos en torno a la definición de los microplásticos y ofrecen datos específicos que ayudan a caracterizarlos con precisión y a poner en perspectiva su impacto. Por ejemplo, es un hecho que por cada ser humano hay alrededor de 250 piezas de microplástico, asimismo, se ha registrado la presencia de microplásticos en la leche materna, la sangre y la placenta de mujeres que han dado a luz.
Datos como estos revelan que esta realidad emergente amerita acciones contundentes no solo en lo referente a la gestión ecosistémica, sino en el tópico de la salud pública. Ante ello, la Biciola se enarbola como una alternativa sostenible que apuesta por el ingenio científico de talentosos investigadores venezolanos para hacerle frente a esta nueva coyuntura ambiental.
¿Cómo surge la Biciola y de qué se trata?
Cuando Mariana Hernández Montilla, bióloga venezolana egresada de La Universidad del Zulia y estudiante de doctorado en la Universidad de Manchester, fue a Estados Unidos en 2015, la imagen de bienvenida fue un racimo de cambures y unas manzanas forrados en extensos rollos de plástico. Esta situación se repitió en cada tienda de víveres que visitó, y eso despertó motivaciones que la llevaron a sumarse en las filas de los luchadores contra el uso excesivo de plásticos.
Esta bióloga con pasado en la Universidad de Los Andes, en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y en Provita, unió esfuerzos con sus colegas Igor Castillo y Jemimah Rivera, a quienes se sumó la diseñadora gráfica María José Barrios, e inventaron una herramienta tecnológica para limpiar playas de microplásticos.
La Biciola funciona a partir de un sistema mecánico conformado por un cuerpo cíclico de ruedas y pedales, enclavado en puntos estratégicos de la playa, con un tambor manual que facilita el tamizado y extracción de unidades de plástico no mayores de 5 milímetros. Una vez que los microplásticos entran en el tamiz ocurre un proceso de centrifugación que los separa de la arena limpia. El instrumento funciona como una bicicleta de gimnasio, por lo que es factible la puesta en escena de estrategias de desempeño y captación de voluntarios.
“Cuando empecé a indagar sobre las cantidades tan grandes de plástico que utilizamos día a día, especialmente los de un solo uso, entendí que tenemos un verdadero problema, entonces Igor me ayudó a calmar esa inquietud y le dimos forma a la idea de la Biciola”, explica Mariana Hernández Montilla.
Para Montilla, este proyecto trasciende el mero hecho de limpiar una playa y se arraiga en los estímulos que, como sociedad, debemos empezar a promover para despertar la consciencia ambientalista en la ciudadanía y acercarla a las posibles soluciones.
“La Biciola cuenta con distintas etapas metodológicas, y una de las primeras es captar la atención y el interés de las personas. Para eso está estipulado un experimento social que ayude a entender las motivaciones individuales que existen para proteger al planeta. Este experimento busca medir cuán dispuestas están las personas a hacerse partícipes de proyectos como la Biciola. Cada jornada cuenta con ambientación musical, dinámicas recreativas y charlas pedagógicas en las que se imparta conocimiento asociado a la amenaza que representan los microplásticos y al papel de la Biciola como medida mitigante”, señala el biólogo Igor Castillo.
Pero además, el proyecto es en sí mismo una convocatoria abierta a equipos multidisciplinarios de trabajo en el ámbito del manejo y procesamiento de desechos sólidos, pues los microplásticos pueden ser sometidos a procesos industriales que apunten al reciclaje y la reutilización en distintos sistemas productivos y los reintroduzcan en éstos como nuevas materias primas.
Además, el papel de la diseñadora María José Barrios ha sido esencial para cohesionar el engranaje tecnológico con las estrategias creativas, de allí que la Biciola y todo el entramado estético en torno a ella pueda percibirse como una estrategia de humanización paisajística desde la sostenibilidad ambiental.
El tambor manual facilita el tamizado y extracción de unidades de plástico no mayores de 5 milímetros |
El contexto nacional como limitante
A excepción de Mariana Hernández, el resto del equipo que dio origen a la Biciola se encuentra en Venezuela. Esta realidad ha resultado, con sus bemoles, en un complemento armónico, pues mientras una parte del equipo funge como el cable a tierra que acerca el proyecto a su patio, la otra parte funciona como embajadora del genio e ingenio venezolano en distintas instancias y latitudes.
La iniciativa Biciola fue uno de los 50 proyectos seleccionados por el Ocean Solutions Grants, a través de su plataforma Experiment, para recibir apoyo y asesoría en materia de educación ambiental y divulgación, así como un pequeño incentivo económico, sin embargo, como todo proyecto de innovación tecnológica, amerita una mayor inversión.
“Aunque el proyecto ha sido visto con buenos ojos por expertos en ecología y conservación ambiental dentro y fuera de Venezuela, las posibilidades de financiamiento son limitadas, por eso hemos tenido que movernos aquí y allá para avanzar en ese sentido”, comenta Hernández.
La inversión económica en Venezuela, venga del sector público o privado, resulta muy tímida si se compara con otros países de la región que no palidecen al dirigir generosas porciones de sus propios PIB a la atención ambiental en materia de mitigación y adaptación al cambio climático. Las limitaciones económicas que tienen proyectos de vanguardia como la Biciola son síntomas de dicha realidad.
No obstante, el tesón de los profesionales en ciencias como la Geografía o la Biología son el motor que no claudica ante la lucha ambientalista. “El primer prototipo de la Biciola será instalado en Pampatar” –añade la bióloga Jemimah Rivera “pues qué mejor escenario que la isla de Margarita para empezar a frenar la degradación de nuestras playas. Además, se trata de un ejemplar costero que le ha conferido a Venezuela un gran valor paisajístico, cultural y patrimonial”. La Biciola puede ser, en definitiva, una bandera necesaria para que la ciudadanía venezolana se empodere de conocimiento y se haga partícipe de eso que, hasta ahora, le es tan etéreo: la acción ante la crisis ambiental global.
Fuente: El Aragueño
Únete a nuestro grupo y canal informativo en Telegram, Whatsapp y Twitter
No hay comentarios.:
Publicar un comentario