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miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Harley Davidson de Pablo Escobar

La moto comprada por el narcotraficante colombiano es una de las piezas más valoradas del Museo de la Policía en Bogotá.

Museos hay muchos en Bogotá, pero el de la Policía es caso aparte (Carrera, 9 9-27. Visitas guiadas gratuitas). Empezando por donde se encuentra, un bellísimo edificio de 1923 de estilo republicano francés en pleno centro de la ciudad declarado patrimonio histórico nacional, y siguiendo por los objetos tan curiosos que exhibe dentro.
¿Y qué objetos son esos? Hay muchos: un carro prisión de 1912; una moto alemana de la II Guerra Mundial que apareció como por arte de magia en la localidad costera de Buenaventura, un bolígrafo calibre 17 de un solo tiro con el que un universitario de Medellín soñaba con agredir a un profesor, una colección de 400 armas -muchas decomisadas al Cartel de Medellín- y algunas de fabricación artesanal, balas de cañón en roca volcánica de la colonización, distintivos, condecoraciones, uniformes de medio mundo y también el de la primera mujer piloto de Colombia, placas, carnés, radios antiguas y de última generación, y un montón de cosas más.

Pero para mí lo mejor está en el sótano: la Harley Davidson de 1990 y 1100 cc. que Pablo Escobar introdujo ilegalmente en el país y regaló a su primo y testaferro Juan Enrique Urquijo Gaviria, alias El arete, que fue incautada por la Policía años después en una discoteca de Medellín. La moto, que era roja pero ahora es más bien rosada por el desgaste del sol, tiene grabados en oro en la tapa del motor, el espejo retrovisor y el medidor del aceite, además de tachuelas de plata en el sillín.
De Escobar hay más objetos decomisados: la pistola color plata fabricación italiana de 9 milímetros que guardaba siempre en su tobillo izquierdo, su teléfono móvil del que en esa época solo existían unos pocos en el mundo, su beeper –un modelo que ni siquiera había llegado a Latinoamérica- y una mesa con un compartimento secreto donde guardaba droga, armas y dinero en efectivo. Cuentan que Escobar mandaba matar a los carpinteros que le hacían este tipo de muebles para que no lo delataran.
Si uno visita este Museo tampoco hay que dejar de subir a su terraza: las vistas de la Catedral, los cerros que rodean Bogotá, el santuario de Montserrate y el barrio de la Candelaria son impresionantes.





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