Rubén Limardo hizo un gran esfuerzo por asistir a la llegada al mundo de su hija Gaby Isabella.
Regresó a Venezuela desde Polonia
durante una semana, pero su primogénita decidió abandonar el vientre
materno precisamente el día en que el campeón olímpico viajaba al
Mundial de Rusia.
El padre se enteró de la buena noticia
durante una escala en París antes de llegar a Moscú. Luego de su séptimo
lugar en esa competencia, que lo metió de nuevo entre los mejores del
planeta, viajó a Toronto para ganar las dos coronas de la espada
masculina. En el torneo por equipos, aun lesionado, aportó 22 de los 45
puntos con los que Venezuela superó a Estados Unidos.
Este fin de semana por fin pudo regresar
a Ciudad Bolívar y tener a Gaby Isabella por primera vez en sus brazos,
con la certeza de que su enorme sacrificio valió la pena.
La medalla de oro llegó a las manos de su dueña e inspiradora.
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