El sexo involucra siempre cuerpo y mente, y aunque los prejuicios sobre la masculinidad digan otra cosa, la disfunción eréctil es un problema de salud donde lo emocional y lo orgánico siempre están presentes, de manera diferente en cada persona.
Ante un dolor de pecho, por ejemplo, la persona normalmente consulta al médico con la inquietud de que algo funciona mal en su organismo, y de que eso puede ser peligroso para su salud. Pero esa actitud suele ser muy diferente de lo que ocurre ante una disfunción eréctil: por lo común, a quien la padece sólo le importa que su pene esté funcional cuanto antes, sin preguntarse siquiera qué le pasa o a qué se debe eso que le está ocurriendo.
Tanto las erecciones fisiológicas como las que son producto del estímulo erótico implican un intenso flujo sanguíneo por los cuerpos cavernosos a través de una red de muchísimas pequeñas arterias.
"Esos procesos naturales oxigenan los tejidos y ayudan a preservar la función eréctil, y cuando no ocurren, las células comienzan a deteriorarse advirtió el médico urólogo Fabián Gómez. Por eso es muy importante que la persona consulte al médico lo antes posible cuando siente que tiene problemas de erección, porque en general son reversibles, pero si se mantienen en el tiempo sin tratamiento pueden tornarse irreversibles".
Por la importancia que tiene el buen funcionamiento de las arterias para que ocurra la erección, se entiende fácilmente que el pene, como órgano, sea uno de los principales candidatos a verse afectado ante cualquier problema del sistema circulatorio: enfermedad cardiovascular, diabetes, hipertensión arterial.
"Por eso el tabaquismo, la obesidad, el colesterol alto y otros factores de riesgo que afectan a la salud en general pueden convertirse también en factores de riesgo para la disfunción eréctil, y la disfunción eréctil debe ser motivo de consulta médica porque puede, al margen de la vida sexual, estar "avisando" de una amenaza mayor para la salud", explicó el médico urólogo Sergio Pusarelli.
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