Tener los lentes con una mala graduación puede afectar negativamente tu calidad de vida. Realizar actividades diarias como: conducir, leer un anuncio en la calle o incluso ver precios en el supermercado, pueden llegar a ser una tarea complicada; además de no aprovechar nuestro potencial visual al máximo.
Desde el momento en el que nuestra a visión ya no es nítida, es el momento de asistir a un oftalmólogo, ya que este es uno de los principales síntomas de una mala graduación. Forzar los ojos se convierte en una costumbre y puede llegar a ocasionar una tensión ocular.
La tensión ocular constante debido a insistentes intentos por adaptar la visión, produce en consecuencia, fatiga visual, un lagrimeo recurrente y enrojecimiento en los ojos.
Asimismo, la fatiga en los ojos es un punto final en tomar la decisión de visitar a un experto, ya que esta sensación viene con la necesidad de mantener los ojos cerrados durante cierto tiempo para descansar la vista.
Las consecuencias de esta situación afectan gravemente a la salud, ya que puede generar mareos e incluso ver objetos duplicados. Además de constantes dolores de cabeza y en el cuello.
Unos lentes mal graduados no van a afectar a largo plazo, es decir, no va a generar que pierdas más tu capacidad visual de la que la perderías en otras circunstancias, pero, es importante resaltar que en los niños sí puede tener consecuencias a largo plazo, ya que es un ojo que todavía está en desarrollo.
En una persona adulta no va a causar trastornos a largo plazo, pero si es el desencadenante para malestares que afectan el día a día.
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