El
portal web Huffington reseñó que los estudios que relacionan el sexo y los
olores suelen recurrir a la anécdota de Napoleón y Josefina. En uno de los
descansos de una campaña militar, Napoleón le escribió una carta en la que le
decía: “No te laves. Regreso a casa”. La industria de los perfumes ha invertido
muchos millones para tratar de conservar, como Napoleón quería, nuestras
feromonas en frascos. La ciencia de andar por casa sugiere que así enviamos
señales al resto de seres humanos para resultar atractivos. ¿Pero sirve
realmente de algo? ¿Nos hacen más sexis nuestros olores? No hay evidencias de
que estas moléculas encierren el secreto de la atracción, ni siquiera de que
los humanos las tengamos, según señala el zoólogo Tristram Wyatt. El científico
analiza los problemas que ha habido en las investigaciones en torno a esta
famosa y poderosa molécula llamada feromona, a la que atribuimos poderes
mágicos y que, sin embargo, solo tiene 50 años de vida. En 1959, el Nobel Adolf
Butenandt consiguió aislar unos miligramos de bombicol, una sustancia que
utilizaban las polillas hembra de los gusanos de seda para atraer a los machos.
Posteriormente, los científicos Karlson y Lüscher añadieron el prefijo griego
‘phero’ (que significar llevar) a la palabra ‘hormona’ para buscar mayor
sonoridad. A partir de ahí, la publicidad hizo el resto. Casi todo lo que
sabemos sobre feromonas se da en insectos. “Pero en los seres humanos no se ha
identificado ninguna de forma concluyente”, dice Wyatt. Los estudios sobre
feromonas parten todos del mismo error: olvidar que los seres humanos producen
muchos olores al mismo tiempo. No hay una investigación que haya establecido
cuáles, de la cantidad de moléculas que existen, son feromonas. Pese a ello,
Wyatt opina que estas existen, probablemente en extractos de axila femenina.
“Pero hay que seguir buscando en cualquier parte del cuerpo”, dice Wyatt,
“Aunque nos resulte incómodo”. El científico pone como ejemplo una habitación
llena de adolescentes. El olor de ese cuarto no es el mismo que el de uno lleno
de niños pequeños. La pubertad hace que los olores cambien y esos olores
probablemente vengan de las nuevas glándulas que han desarrollado los
adolescentes. A pesar de lo que diga la ciencia, las próximas Navidades
volveremos a ver anuncios en los que una mujer y un hombre caen rendidos ante
los olores que emanan del frasco, llenos de feromonas, sexo y millones de
euros.
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El portal web
Huffington reseñó que los estudios que relacionan el sexo y los olores
suelen recurrir a la anécdota de Napoleón y Josefina. En uno de los
descansos de una campaña militar, Napoleón le escribió una carta en la
que le decía: “No te laves. Regreso a casa”. La industria de los
perfumes ha invertido muchos millones para tratar de conservar, como
Napoleón quería, nuestras feromonas en frascos. La ciencia de andar por
casa sugiere que así enviamos señales al resto de seres humanos para
resultar atractivos.
¿Pero sirve realmente de algo? ¿Nos hacen más sexis nuestros olores? No
hay evidencias de que estas moléculas encierren el secreto de la
atracción, ni siquiera de que los humanos las tengamos, según señala el
zoólogo Tristram Wyatt. El científico analiza los problemas que ha
habido en las investigaciones en torno a esta famosa y poderosa molécula
llamada feromona, a la que atribuimos poderes mágicos y que, sin
embargo, solo tiene 50 años de vida.
En 1959, el Nobel Adolf Butenandt consiguió aislar unos miligramos de
bombicol, una sustancia que utilizaban las polillas hembra de los
gusanos de seda para atraer a los machos. Posteriormente, los
científicos Karlson y Lüscher añadieron el prefijo griego ‘phero’ (que
significar llevar) a la palabra ‘hormona’ para buscar mayor sonoridad. A
partir de ahí, la publicidad hizo el resto.
Casi todo lo que sabemos sobre feromonas se da en insectos. “Pero en los
seres humanos no se ha identificado ninguna de forma concluyente”, dice
Wyatt. Los estudios sobre feromonas parten todos del mismo error:
olvidar que los seres humanos producen muchos olores al mismo tiempo. No
hay una investigación que haya establecido cuáles, de la cantidad de
moléculas que existen, son feromonas.
Pese a ello, Wyatt opina que estas existen, probablemente en extractos
de axila femenina. “Pero hay que seguir buscando en cualquier parte del
cuerpo”, dice Wyatt, “Aunque nos resulte incómodo”. El científico pone
como ejemplo una habitación llena de adolescentes. El olor de ese cuarto
no es el mismo que el de uno lleno de niños pequeños. La pubertad hace
que los olores cambien y esos olores probablemente vengan de las nuevas
glándulas que han desarrollado los adolescentes.
A pesar de lo que diga la ciencia, las próximas Navidades volveremos a
ver anuncios en los que una mujer y un hombre caen rendidos ante los
olores que emanan del frasco, llenos de feromonas, sexo y millones de
euros.
Original de: http://notihoy.com/atraemos-sexualmente-con-nuestro-olor/
Copyright BPN Media Corp S,A RIF J-400874017 - Todos los derechos reservados
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