Desde el momento en que una guacamaya lo acompañó en su recorrido en
moto por las calles caraqueñas, Vittorio Poggi, un italiano que llegó
hace 40 años para echar raíces en Venezuela, supo que quería dedicarse
al cuidado de estas aves, “porque la felicidad está en hacer lo que a
uno le gusta”.
En Caracas, la capital de Venezuela, sus más de cinco millones de habitantes deben lidiar con el embotellamiento típico de una ciudad donde los carros ya no caben. Muchos de los transeúntes que se desplazan a paso acelerado, alzan la vista y se encuentran con un cielo coloreado por el vuelo de guacamayas.
En Caracas, la capital de Venezuela, sus más de cinco millones de habitantes deben lidiar con el embotellamiento típico de una ciudad donde los carros ya no caben. Muchos de los transeúntes que se desplazan a paso acelerado, alzan la vista y se encuentran con un cielo coloreado por el vuelo de guacamayas.
Más de uno entra en una especie de trance al tomarse unos minutos
para contemplar ese espectáculo único y que le ha dado a esta ciudad una
nueva carta de presentación que en nada se parece a su convulsa
rutina.
“Es bonito que me reconozcan por cuidar y criar guacamayas. Cuando la gente las ve en el cielo, recuerda mi historia con la moto y las aves persiguiéndome”, expresó Poggi, desde su residencia en las afueras de Caracas, aún con acento italiano a pesar de vivir en Venezuela desde 1968.
“Es bonito que me reconozcan por cuidar y criar guacamayas. Cuando la gente las ve en el cielo, recuerda mi historia con la moto y las aves persiguiéndome”, expresó Poggi, desde su residencia en las afueras de Caracas, aún con acento italiano a pesar de vivir en Venezuela desde 1968.
Son 14 los tipos de Psitácidos que han sido reportados en el Waraira
Repano, de acuerdo a la publicación Birds of Venezuela (2003), siendo
los más comunes el guacamayo azul y amarillo (Ara ararauna), el
guacamayo verde (Ara militaris), el guacamayo bandera (Ara macao), el
guacamayo rojo (Ara chloroptera) y el Maracaná (Ara severa). Estas
especies, que pueden medir entre 48 y 94 centímetros de longitud, no son
nativas del valle de Caracas, sino de ambientes selváticos.
Más de 30 guacamayas se acercan todos los días hasta la casa de
Poggi. Son "aves muy voluminosas, vistosas, inteligentes, son algo
positivo en un mundo tan artificial, son una belleza”.
Para Vittorio, con 71 años, estas aves han sido su pasión durante más de la mitad de su vida.
Cada quien nace con una predisposición en la vida, “yo me hubiese enfermado de haber trabajado o pasado mi vida encerrado en una oficina, lo mío es la naturaleza, los animales. Las guacamayas son animales muy inteligentes, muy fuertes. Probablemente si mis padres hubiesen migrado a África y no a Venezuela, no estaría cuidando guacamayas sino leones”, señala entre risas.
Con pesar, manifiesta que “vivimos momentos difíciles donde las expresiones de bondad no abundan, son extrañas”.
Cada quien nace con una predisposición en la vida, “yo me hubiese enfermado de haber trabajado o pasado mi vida encerrado en una oficina, lo mío es la naturaleza, los animales. Las guacamayas son animales muy inteligentes, muy fuertes. Probablemente si mis padres hubiesen migrado a África y no a Venezuela, no estaría cuidando guacamayas sino leones”, señala entre risas.
Con pesar, manifiesta que “vivimos momentos difíciles donde las expresiones de bondad no abundan, son extrañas”.
En su camino ha visto personas inescrupulosas que atrapan guacamayas
para luego comercializarlas de forma ilegal. “Tengo 40 años cuidando
aves y lo que critico de otras personas que dicen cuidarlas, es que yo
he visto que las tienen en jaulas muy pequeñas, muy pequeñas, no les dan
de comer todos los días porque piensan que un día sin comida no les
hará daños a las guacamayas, eso no puede ser posible”.
“Vivimos en un mundo artificial que necesita mucho más contacto con
la naturaleza y sus maravillas”, sentencia, haciendo un llamado a estar
más atentos a las señales y sonidos que nacen de lo natural, como el
canto de las guacamayas, que puede sorprender en la ventana de cualquier
vecino en Caracas, como es el caso de Mercedes Sergheiev, quien habita
al suroeste de la ciudad. Hasta 20 guacamayas la esperan en su ventana,
cada día.
Los árboles de acacias sembrados en el jardín de su casa fueron el ‘imán’ de estas aves, que llegan todos los días, desde hace diez años, a comerse las vainas de esos árboles; “luego empecé a ponerles semillas de girasol y cambur, que ya le ponía a los otros pajaritos que llegan aquí a la casa. Así las guacamayas comenzaron a llegar a los comederos, a tener contacto conmigo y con las personas que viven en mi casa”.
Los árboles de acacias sembrados en el jardín de su casa fueron el ‘imán’ de estas aves, que llegan todos los días, desde hace diez años, a comerse las vainas de esos árboles; “luego empecé a ponerles semillas de girasol y cambur, que ya le ponía a los otros pajaritos que llegan aquí a la casa. Así las guacamayas comenzaron a llegar a los comederos, a tener contacto conmigo y con las personas que viven en mi casa”.
Sergheiev es una de las moderadoras del grupo en Facebook Guacamayas
de Caracas, creado por la también orfebre Alejandra Álvarez. Sus más de 2
mil 700 integrantes comparten imágenes y experiencias sobre los
avistamientos de las guacamayas. “En Caracas ha sido una cosa increíble,
como las guacamayas se han acostumbrado a esta ciudad que es una
loquera (…) Por eso está el grupo, para compartir experiencias, y somos
muy cuidadosos para aceptar las solicitudes porque no hemos llevado
malas experiencias, personas que comercian estas aves o que están
pendientes de las zonas de los avistamientos para atraparlas”.
“Las guacamayas son para admirarlas, pero en su medio ambiente. Si
tienen la suerte de recibirlas en su casa, lo que tienen que hacer es
darle gracias a Dios y disfrutarlas, dejarlas ir. Ellas son del cielo,
no nos pertenecen, nos regalan su visita pero hasta ahí”.
Con esta reflexión Valentina Cristovao, intenta sembrar consciencia en los ciudadanos. Esta caraqueña se siente afortunada, pues desde hace tres años disfruta de las coloridas visitas en su balcón.
Con esta reflexión Valentina Cristovao, intenta sembrar consciencia en los ciudadanos. Esta caraqueña se siente afortunada, pues desde hace tres años disfruta de las coloridas visitas en su balcón.
“Uno a veces está metido en la cola en plena autopista del este, por
ejemplo, volteas al cielo y lo que ves son guacamayas cruzando y tú
dices, cónchale, qué cosa tan maravillosa es la naturaleza, que en medio
de este manicomio pues podamos tener estos avistamientos, porque es que
no te pasan dos, te pasan montones. Hay gente que hasta para sus carros
solamente para verlas volar”, cuenta con emoción Mercedes Sergheiev
sobre sus ‘compañeras’, que reconocen su voz cada mañana y cada tarde
que se acerca a reponer las semillas de los comederos de aves.
“Que esas aves se hayan acostumbrado a vivir aquí (Caracas), que tengan la cortesía de llegar a nuestras ventanas y convivir con nosotros, es demasiado maravilloso, eso te reconcilia con la ciudad”.
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