La mascarilla es un muro difícil de escalar para el virus. Lo sucedido en una peluquería de Springfield (Misuri, Estados Unidos), donde dos peluqueras infectadas no transmitieron el coronavirus a 139 clientes por llevar esta protección, es prueba de ello, un argumento más para los expertos que insisten en la importancia de usarlas para contener la transmisión del virus. Esas 139 personas también llevaban mascarilla, en un país cuyo presidente rechaza que se impongan de forma obligatoria y que hasta hace apenas una semana no había llevado nunca en público.
La historia de la peluquería de Misuri ha trascendido por un estudio del Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos. Según recoge la investigación de este organismo, dependiente del Departamento de Salud del país, en mayo dos peluqueras atendieron cuando tenían síntomas de coronavirus a 139 personas en una peluquería de Springfield, una ciudad de Misuri de 168.000 habitantes. “Entre 139 clientes expuestos a dos peluqueras sintomáticas con covid-19 confirmada, mientras las peluqueras y los clientes llevaron mascarillas, no se reportaron casos derivados; a 67 clientes se les hicieron pruebas y todos los resultados fueron negativos. La adherencia de la comunidad y de la empresa a la política de llevar mascarilla probablemente mitigó la transmisión del SARS-CoV-2″, indica el estudio.
Una de las peluqueras trabajó durante ocho días con síntomas de coronavirus. La otro lo hizo durante cuatro jornadas. Todo ese tiempo llevaban una mascarilla en la cara, como recomendaba una orden dictada por el Ayuntamiento de Springfield, que también reducía el aforo en el interior de los comercios al 25%. Ni siquiera era obligatoria en la ciudad, pero la peluquería se lo exigía a los clientes.
Una vez se reveló el positivo de las dos peluqueras, las autoridades sanitarias de la zona rastrearon a 139 clientes expuestos al virus. A todos ellos se les pidió que guardaran cuarentena durante 14 días y que avisaran si presentaban síntomas: ninguno notificó indicios de coronavirus. 67 de estas personas, el 48%, aceptaron la propuesta del Departamento de Salud de hacerse una prueba PCR. Todos los análisis dieron resultados negativos. No fue así con los contactos cercanos de las peluqueras infectadas: las cuatro personas contactadas de una de las peluqueras desarrollaron síntomas; eran su marido ―con el que convivía―, su hija, su hijastro y un compañero de piso. Los dos contactos estrechos de la otra trabajadora no desarrollaron signos de la enfermedad.
No todos los clientes usaron el mismo tipo de mascarilla. De todos aquellos contactados por las autoridades sanitarias, el 47% usó mascarillas de tela, el 46% mascarillas quirúrgicas, el 5% mascarillas N95 y el 2% no recuerda de qué tipo eran. Las citas en la peluquería duraron una media de entre 15 y 45 minutos. “Las medidas impuestas por el Gobierno municipal y por la propia empresa fueron probablemente factores importantes a la hora de prevenir la expansión del SARS-CoV-2 durante la interacción entre clientes y peluqueras”, concluye el estudio.
La mascarilla se resiste en Estados Unidos
Kendra Findley, investigadora del departamento de salud del condado de Springfield-Greene y una de las autoras del estudio, asegura a The New York Times que se quedó “conmocionada” al comprobar que el virus no se había transmitido a pesar de haber estado tan cerca de tantos clientes, en un país en el que muchas personas se niegan a usar la mascarilla alegando que es un atentado a su libertad. Mientras se baten diariamente récords de nuevos contagios (77.000 el pasado viernes), la mascarilla se esgrime ideológicamente. Al frente de los opositores está el presidente, Donald Trump, que no la lució hasta hace una semana, y sus correligionarios republicanos. Impulsan su obligatoriedad los gobernantes demócratas.
En una ola creciente, más de la mitad de los Estados ya la requieren, aunque la aplicación sigue siendo objeto de debate. El asesor de la Casa Blanca y reputado epidemiólogo Anthony Fauci insiste en la pertinencia de llevarla. Este viernes volvió a pedir a las autoridades que sean los más enérgicos posible en imponer las mascarillas. Los ciudadanos están divididos. En general no llega a la mitad (44%) los que las portan siempre, aunque un 28% asegura que la usa muy frecuentemente. Mujeres, demócratas y habitantes del noreste las llevan más que los republicanos (un 27% dice que no se las ponen nunca), según una encuesta de Gallup.
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