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martes, 29 de septiembre de 2020

Cómo es el nuevo trabajo sexual en línea, sin casi nada de sexo ni erotismo

 

La pandemia por el COVID-19 ha transformado todos los ambientes, espacios y la vida cotidiana y los trabajos de toda índole, uno en especial, el sexual, le ha tocado reinventarse y explorar otras formas de ofrecer sus servicios

La pornografía es la experiencia sexual más común disponible en línea, quizá es tan común que ha surgido un mercado para intimidades más raras.

Botellas de agua de baño de influencers se venden a 30 dólares el frasco. Algunas modelos de videollamadas se han apartado de las actuaciones eróticas puesto que pueden ganar más vendiendo galletas caseras y broches de cabello. Incluso puedes pagarle a un desconocido para que se atiborre de bocadillos de Trader Joe’s, si te gustan este tipo de cosas.

Para algunas personas, esa clase de servicios son un empleo de tiempo completo. Otros lo ven como un trabajo complementario, en el que la remuneración por hora puede ser mucho mayor al salario mínimo por, digamos, pasear perros o servir de barman. Además, puedes hacerlo desde la comodidad de tu apartamento o tu residencia de estudiante.

“Tendría que trabajar de niñera durante muchas horas para ganar 250 dólares, los cuales puedo conseguir en unas pocas horas de trabajo sexual en línea”, dijo Ella, de 19 años, estudiante de segundo año en la Escuela de Diseño Parsons que solicitó que se le identificara por su nombre de pila como una precaución de seguridad. “Lo sé porque fui niñera durante mucho tiempo. Lo odiaba”.

Ella relató que, en su primer semestre en Parsons, ganaba alrededor de 800 dólares a la semana de distintas fuentes de ingresos basadas en el trabajo sexual, entre ellas estaba la venta de fotografías de sus pies. Abrió una cuenta de OnlyFans después de que cerró su campus en la primavera y regresó a vivir a su casa de la infancia, pero aún no ha publicado nada en esa plataforma. “Es un poco difícil hacerlo con mi familia siempre en casa”, comentó. En la mayoría de los casos, sus clientes se comunican con ella a través de sitios de uso más común como Tinder e Instagram.

“Muchos sexoservidores ahora ofrecen parte o la totalidad de sus servicios en un entorno digital”, señaló la socióloga Angela Jones en un artículo académico de 2016 llamado “I Get Paid to Have Orgasms” (me pagan por tener orgasmos), publicado en la revista Signs Journal of Women in Culture and Society de la Universidad de Chicago. En otras palabras, el trabajo sexual ha sido, en gran medida, un oficio virtual desde hace años.

La pandemia solo ha acelerado esa tendencia. En marzo y abril, por ejemplo, OnlyFans declaró que vio un aumento del 75 por ciento en sus nuevos usuarios y creadores.

Tal vez ya es bien sabido que el hecho de venderte a ti mismo —tu cuerpo, tu contenido, tus fotografías de desnudos, tu apetito, tu línea telefónica— ya no es un tabú ni es considerado denigrante. Muchas personas, sobre todo las que crecieron con las redes sociales, se sienten totalmente cómodas con exponer cada detalle de sus vidas en línea. Además, la idea de que cualquier cosa o persona se puede monetizar como una marca se ha convertido en una creencia popular en el mundo empresarial.

“Bueno, quizá soy parcial porque soy una estudiante de arte que vive en la ciudad de Nueva York, por lo que mis amigos y yo vemos el trabajo sexual en línea como algo muy normal”, afirmó Ella. “Hablamos sobre estar conscientes de nuestro privilegio, en el sentido de que somos trabajadores sexuales y no tenemos que serlo”. (Para la gran mayoría de los sexoservidores, hay menos alternativas).

Sin embargo, es válido cuestionar, ¿qué tiene de atractivo que alguien te pague por contar tus estrías, o vender fotografías de tus falanges a desconocidos?



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