Hace unos años atrás en un profundo sueño escuché la frase de Neruda: “Yo
 conocí a Bolívar una mañana larga en Madrid, en la boca del Quinto 
Regimiento. Padre, le dije, ¿eres o no eres o quién eres? Y mirando el 
Cuartel de la Montaña, dijo: Despierto cada cien años cuando despierta 
el pueblo”.
 Era el Comandante Hugo Chávez quién me hablaba, todavía la recuerdo y 
mi piel se eriza hasta estremecer los sentimientos más profundos de mi 
alma.
   
A
 pocos días de cumplirse 10 años del Golpe de Estado te escribo estás 
líneas; Comandante, Quijote Revolucionario, ejemplo de moral y dignidad 
para este pueblo al que tanto le has dado.
Un
 gigante, a pesar de las adversidades que hoy el destino te coloca en el
 camino. Un hombre lleno de amor por este pueblo y mucho más allá de 
nuestras fronteras. Por él soy quien soy, por él soy capaz hasta de 
sentir cualquier injusticia realizada contra cualquiera, en cualquier 
parte del mundo. 
Me
 enseñaste que la moral revolucionaria, entonces, no es sólo negación, 
contradicción, sino medio para reunir e impulsar a las fuerzas de las 
clases oprimidas. La que surge de las condiciones económico sociales, y 
del desarrollo cultural, al igual que el instinto social, el ideal moral
 no es un fin, sino una fuerza, o bien un arma en la lucha social por la
 existencia; el ideal moral es un arma particular en la particular 
situación de la lucha de clases, en la lucha por la liberación nacional.
Me
 enseñaste sencillamente a amar y que a pesar de mil coyunturas hay que 
luchar hasta con la vida por alcanzar el sueño de una patria libre. 
Contigo estoy y estaré eternamente agradecido, por el simple hecho de 
ser mi maestro, mi guía y mi mayor ejemplo Comandante.
También me enseñaste que en el período de construcción del socialismo, como señalaba el Che: “podemos
 ver el hombre nuevo que va naciendo. Su imagen no está todavía acabada;
 no podría estarlo nunca ya que el proceso marcha paralelo al desarrollo
 de formas económicas nuevas”. El camino es 
largo y lleno de dificultades. A veces, por extraviar la ruta hay que 
retroceder; otras, por caminar demasiado aprisa pero vamos adelante con 
tu ejemplo por delante. 
Tú,
 Comandante me has conducido por el camino del desinterés, de la 
lealtad, de la honestidad, del bien, y del amor revolucionario que es el
 escaño más alto de cualquier ser humano en este mundo.
Del
 jefe pueden decir lo que quieran, pueden inventar una y mil cosas, 
pueden calumniarlo, pero nunca podrán acabar con la semilla que florece 
en la conciencia de este pueblo que lo conoce muy bien. Se viene a mi 
mente aquella frase del Comandante Fidel cuando dijo: “La historia me absolverá” ante el juicio en su contra comenzado el 16
 de Octubre de 1953 por los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos 
Manuel de Céspedes, en Santiago de Cuba  y Bayamo respectivamente.
Desde
 niño siempre he llevado esa semilla revolucionaria que tu hoy has hecho
 crecer en mi, recuerdo a mi madre leyéndome a Lenin, Trosky, Marx. 
Luego aquella tarde del 4F92 en una pelea llena de amor. Hoy me atrevo a
 llamarte padre, sí, así mi padre que eres y buen soldado, yo también 
soy un soldado de la patria, somos soldados de justicia y amor.
Tengo
 la fe y la convicción que vivirás muchos años, quizás unos cien más. 
Estoy orgulloso de ti mi Comandante y tu voz se seguirá levantando en 
cualquier rincón de este mundo porque ya eres un gigante.
¡Vivirás y Vencerás!
Lenin Dávila Guerrero
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