
Caracas. Zuleima Martínez inició en  octubre un tortuoso camino de médicos, tratamiento e inflamación. Hace  un año se inyectó "células expansivas" para rellenar unas  irregularidades en sus glúteos. También se las aplicó en las manos para  borrar el paso del tiempo a los 48 años de edad.
Es  peluquera y tiene dos meses sin poder trabajar. Un año después de la  aplicación, su organismo generó rechazo a las inyecciones de un material  sintético, mezcla de silicona líquida y polimetil metacrilato, que se  vende como la fórmula de la belleza con nombres que parecieran  científicos como biopolímeros o PMMA, o células expansivas. 
"Uno  inventa mucho. Estoy en el medio estilístico y recibimos todos estos  productos y a veces los pruebas gratis". Ella se lo aplicó en casa de  una compañera peluquera, que porta un trasero inmenso a punta de las  mismas inyecciones. 
Zuleima pasó 21 días  hospitalizada, encendida en fiebre y sin poder mover las manos en el  hospital Domingo Luciani. Salió hace tres semanas y ha gastado 3 mil  bolívares en antibióticos. En la sala del hospital otras dos chicas  estaban internadas por la misma causa. 
Las  secuelas de las inyecciones de biopolímeros, productos que carecen de  registro sanitario y que han sido prohibidos en Estados Unidos y  Francia, se están convirtiendo en una epidemia. Paliar o mejorar los  daños ocasionados por la aplicación de estas sustancias copan las  consultas de los cirujanos plásticos, dermatólogos e infectólogos, que  aseguran que se trata de un problema de salud pública. 
El  Instituto de Biomedicina del Hospital Vargas recibe de uno a dos casos  nuevos. Entre 2007 y 2010 han atendido 530 casos de personas afectadas  por tratamientos estéticos dudosos. 
Líquidos que migran. A los 5  días de la aplicación, o 23 o 30 años después, el sueño de los glúteos  esbeltos puede convertirse en pesadilla. En 100% de los casos ocurren  complicaciones: tarde o temprano la belleza se revierte. 
El  cirujano plástico César Oliveros, profesor de La Universidad del Zulia,  señala que, en promedio, a los dos años de los implantes de  biopolímeros el cuerpo empieza a luchar contra la sustancia extraña.
"A  veces el detonante de la reacción puede ser un golpe, que se colocaron  una inyección en la nalga, que se expusieron a mucho sol en la playa o  pasaron muchas horas sentadas en un viaje". 
María Rosa subió de  talla 28 de pantalón a talla 32 cuando se aumentó los glúteos en 2008 en  una clínica en Puerto Ordaz. "Quedé espectacular y pasé dos años  feliz". 
En 2010, cuando sintió un malestar  en la faringe, se inyectó un antibiótico en la nalga sin saber que eso  desencadenaría una reacción en su cuerpo que la mantiene enferma. El  biopolímero se movió al centro de la espalda, que siente ahora como una  tabla dura. 
Desde entonces es esclava de  los medicamentos. Recibió un tratamiento que aplican a los mineros  cuando se contaminan con mercurio, se colocó esteroides y se hinchó  hasta deformarse, y ahora prueba con homeopatía. 
Parte  de la terapia también está en el blog noalosbiopolimeros.blogspot.com,  que creó con la intención de intercambiar experiencias entre afectados.  En el foro hay más de 500 comentarios de personas que cayeron en la  trampa de los biopolímeros. 
Cuestión de autoestima.  "Como el 99% de las personas, nunca pregunté al médico qué me iba a  inyectar", reconoce Ari Castillo, que se colocó 250cc de biopolímeros en  cada nalga hace 6 años. 
En 2007 comenzó  como una alergia. Ahora, con 40 años, dice que le duele el cuerpo como  si fuera una anciana. La masa de plástico dificulta, entre otras cosas,  que se pueda hacer una densimetría ósea, una prueba fundamental a su  edad. La sustancia le migró a la espalda y también a las pantorrillas.  Ha pasado por 26 médicos y ninguno encuentra cura. 
"Me  hice esto porque estaba deprimida, porque había salido de una relación.  Quería levantar mi autoestima y me salió bien caro. Ahora tengo las  nalgas destrozadas, llenas de huecos, pero tengo la autoestima bien en  alto, porque descubrí que no todo es la belleza". 
Dice  que su padecimiento despertó un lado sensible. En sus constantes  visitas médicas cuando ve en las salas de espera a muchachas de 18 años  esperando por una inyección de glúteos, no hay pudor que impida que se  baje el pantalón y les muestre las huellas de una decisión errada.
 
 El método más seguro, inocuo y  con resultados satisfactorios es la lipoinyección glútea,  la cual  consiste en extraer grasa de otras partes del  cuerpo y  posteriormente inyectarla en el área glútea. De esta manera se obtiene   la silueta y forma deseada sin los riesgos que las otras técnicas  implican.
 
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