Decía Lorca que como no se preocupó de nacer, tampoco se preocupaba de
morir. Pero morimos. Durante nuestra vida generamos una gran cantidad de
recuerdos, memorias que son automáticamente distorsionadas por nuestra
propia realidad. Lo que acabas de vivir lo almacenas en tu mente de tal
forma que para ti tenga sentido, pero generalmente no es una fiel
representación de la realidad. ¿Son nuestros recuerdos digitales una
mejor prueba? ¿Una mejor forma de almacenar recuerdos?
Un vídeo no miente a no ser que lo edites. Una foto representa un instante tal y como es. Ambos tienen un problema, la falta de contexto. Una secuencia en tu cabeza tiene sentido porque puedes darle el contexto de forma, fecha y motivo, algo que las fotos y vídeos por si, no puedes. Por eso es tan importante en las redes sociales dar información sobre una foto o vídeo, dar contexto de que pasa, de por qué estás publicando o de que ha pasado en ese medio permite al resto de personas entenderlo y automáticamente almacenarlo bajo su propia realidad.
Pero nosotros morimos y todos nuestros recuerdos se van con nuestro cuerpo. ¿O no?
Las personas que nacieron hace dos o tres décadas ahora mismo se encuentran en la posición de poder afirmar que esta generación, ha sido filmada, fotografiada y documentada como ninguna otra. Ya no a nivel de sociedad, sino individual. Tus padres te tomaron fotos, te grabaron en vídeo. Seguramente con piezas de tecnología que ahora mismo son prácticamente reliquias que nadie quiere usar o que simplemente están tan desfasadas que son imposibles de usar.
Los mal llamados “nativos digitales”, la generación que ha nacido con tecnología digital alrededor suya como las cámaras digitales o internet, ahora son una generación que no solo ha sido documentada, sino que se autodocumenta.
Las redes sociales principalmente nos ayuda a estar en contacto que nos interesa, pueden ser parte de tu familia, tus amigos, allegados o conocidos, o simplemente gente que crees puede tener algo interesante que decir, pero con esta auto documentación que hacemos, nuestra información deja de ser nuestra para compartirla con empresas o servicios. Por ejemplo, no puedes borrar tu cuenta de Facebook, tan solo desactivarla. Tus fotos, comentarios, vídeos, likes… Toda tu información queda almacenada y catalogada.
¿Qué pasa cuando llegue el día que no estés? ¿Cómo se maneja toda esta información personal de alguien que simplemente no vive? En realidad, estos no es mucho más diferente que si dejas una caja llena de cartas personales o de diarios, el problema está en el nivel de privacidad y no caducidad.
La fantástica serie británica Black Mirror en su última temporada tocó este tema, como nuestra información pública en redes sociales puede generar suficiente información como para revivirte, por lo menos digitalmente. Evidentemente estamos lejos de este punto, aunque no es descabellado.
Imagina poner en un mismo software tus vídeos donde se puede extraer tu voz y movimientos, tus tuits y comentarios en Facebook de donde se puede extraer pensamientos y una forma de ser, o tus fotos donde puedes ver que es lo que te gusta o los sitios donde has estado.
Imagina que toda esta información se pueda acceder por tu familia y allegados.
Pero tocando la tierra actual, podemos ir algo mucho más cercano. Imagina un perfil de Facebook en el que las personas de tu alrededor pueden visitar cuando quieran recordarte, donde pueden ver toda esta información que durante los años creíste era irrelevante, pero que en conjunto forma tu carácter y forma de pensar.
Qué pasará con tus datos en el futuro
Pensemos a un futuro más a largo plazo. Nadie sabe que va a pasar con tus datos en un futuro. Hemos visto muchas empresas y servicios ir y venir, cuando cierran normalmente te dan herramientas para exportar tus datos, o directamente cierran y los datos se quedan en algún servidor.
¿Qué pasará dentro de 20 años con tus datos de Facebook? Si esta empresa por entonces sobrevive (cosa que dudo), que pasará con toda esta información que hemos expuesto.
Seguramente nuestra reacción será la de indiferencia. Cuando más pasa el tiempo menos me preocupa las fotos que pude publicar hace cinco años, si son realmente importantes para mi las tengo guardadas en otro lugar más seguro. No es que no podamos confiar en servicios online, es que simplemente debemos pensar lo peor cuando se trata de almacenar nuestra vida digital.
¿Quién dice que dentro de 20 años lo que sea en lo que se convierta Twitter o Facebook no haga dinero con tus datos y se mercadee con ellos?
Herramientas disponibles
Lo curioso de este tema es que existen servicios dedicados a ello. Empezando por la gestión de perfiles, como Facebook, que da información detallada sobre qué pasa con la cuenta de una persona que ha fallecido, convirtiendo la cuenta en “conmemorativa”.
Otras herramientas como Heavenote es quizá más personal, en el que te ofrecen un servicio para mandar mensajes a las personas que tú quieras en el momento en el que se informe que uno de sus usuarios ha fallecido. Aunque raro, no es mucho más diferente que las cartas o notas dejada a herederos.
En Twitter existe LivesOn, un servicio que es capaz de seguir publicando tuits una vez el usuario muera, analizando mensajes anteriores, también permite cancelar la cuenta dando los permisos a otra persona. De todos modos, Twitter tiene sus propios procedimientos para dar de baja cuentas de usuarios.
Un vídeo no miente a no ser que lo edites. Una foto representa un instante tal y como es. Ambos tienen un problema, la falta de contexto. Una secuencia en tu cabeza tiene sentido porque puedes darle el contexto de forma, fecha y motivo, algo que las fotos y vídeos por si, no puedes. Por eso es tan importante en las redes sociales dar información sobre una foto o vídeo, dar contexto de que pasa, de por qué estás publicando o de que ha pasado en ese medio permite al resto de personas entenderlo y automáticamente almacenarlo bajo su propia realidad.
Pero nosotros morimos y todos nuestros recuerdos se van con nuestro cuerpo. ¿O no?
Las personas que nacieron hace dos o tres décadas ahora mismo se encuentran en la posición de poder afirmar que esta generación, ha sido filmada, fotografiada y documentada como ninguna otra. Ya no a nivel de sociedad, sino individual. Tus padres te tomaron fotos, te grabaron en vídeo. Seguramente con piezas de tecnología que ahora mismo son prácticamente reliquias que nadie quiere usar o que simplemente están tan desfasadas que son imposibles de usar.
Los mal llamados “nativos digitales”, la generación que ha nacido con tecnología digital alrededor suya como las cámaras digitales o internet, ahora son una generación que no solo ha sido documentada, sino que se autodocumenta.
Las redes sociales principalmente nos ayuda a estar en contacto que nos interesa, pueden ser parte de tu familia, tus amigos, allegados o conocidos, o simplemente gente que crees puede tener algo interesante que decir, pero con esta auto documentación que hacemos, nuestra información deja de ser nuestra para compartirla con empresas o servicios. Por ejemplo, no puedes borrar tu cuenta de Facebook, tan solo desactivarla. Tus fotos, comentarios, vídeos, likes… Toda tu información queda almacenada y catalogada.
¿Qué pasa cuando llegue el día que no estés? ¿Cómo se maneja toda esta información personal de alguien que simplemente no vive? En realidad, estos no es mucho más diferente que si dejas una caja llena de cartas personales o de diarios, el problema está en el nivel de privacidad y no caducidad.
La fantástica serie británica Black Mirror en su última temporada tocó este tema, como nuestra información pública en redes sociales puede generar suficiente información como para revivirte, por lo menos digitalmente. Evidentemente estamos lejos de este punto, aunque no es descabellado.
Imagina poner en un mismo software tus vídeos donde se puede extraer tu voz y movimientos, tus tuits y comentarios en Facebook de donde se puede extraer pensamientos y una forma de ser, o tus fotos donde puedes ver que es lo que te gusta o los sitios donde has estado.
Imagina que toda esta información se pueda acceder por tu familia y allegados.
Pero tocando la tierra actual, podemos ir algo mucho más cercano. Imagina un perfil de Facebook en el que las personas de tu alrededor pueden visitar cuando quieran recordarte, donde pueden ver toda esta información que durante los años creíste era irrelevante, pero que en conjunto forma tu carácter y forma de pensar.
Qué pasará con tus datos en el futuro
Pensemos a un futuro más a largo plazo. Nadie sabe que va a pasar con tus datos en un futuro. Hemos visto muchas empresas y servicios ir y venir, cuando cierran normalmente te dan herramientas para exportar tus datos, o directamente cierran y los datos se quedan en algún servidor.
¿Qué pasará dentro de 20 años con tus datos de Facebook? Si esta empresa por entonces sobrevive (cosa que dudo), que pasará con toda esta información que hemos expuesto.
Seguramente nuestra reacción será la de indiferencia. Cuando más pasa el tiempo menos me preocupa las fotos que pude publicar hace cinco años, si son realmente importantes para mi las tengo guardadas en otro lugar más seguro. No es que no podamos confiar en servicios online, es que simplemente debemos pensar lo peor cuando se trata de almacenar nuestra vida digital.
¿Quién dice que dentro de 20 años lo que sea en lo que se convierta Twitter o Facebook no haga dinero con tus datos y se mercadee con ellos?
Herramientas disponibles
Lo curioso de este tema es que existen servicios dedicados a ello. Empezando por la gestión de perfiles, como Facebook, que da información detallada sobre qué pasa con la cuenta de una persona que ha fallecido, convirtiendo la cuenta en “conmemorativa”.
Otras herramientas como Heavenote es quizá más personal, en el que te ofrecen un servicio para mandar mensajes a las personas que tú quieras en el momento en el que se informe que uno de sus usuarios ha fallecido. Aunque raro, no es mucho más diferente que las cartas o notas dejada a herederos.
En Twitter existe LivesOn, un servicio que es capaz de seguir publicando tuits una vez el usuario muera, analizando mensajes anteriores, también permite cancelar la cuenta dando los permisos a otra persona. De todos modos, Twitter tiene sus propios procedimientos para dar de baja cuentas de usuarios.
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