"Hay algo en mi cabeza que me dice que lo haga. Es como si se tratara de un niñito que te pide cosas constantemente. Y, al final, te sientes tan cansada y el niñito se pone tan pesado que simplemente tiras la toalla"
Son las palabras de Jasmine, una británica de 18 años que, al igual que miles de jóvenes, utiliza con frecuencia sustancias tóxicas -como el alcohol, los analgésicos y drogas ilegales- para envenenarse a sí misma.
No se trata de un caso aislado; la tendencia va en aumento entre los adolescentes y preocupa especialmente en Reino Unido.
Según un estudio recientemente publicado en la revista médica Injury Prevention,les ocurre especialmente a las mujeres.
"Es como si mi cerebro tuviera dos partes: una feliz y una que no lo es", le contó Jasmine a la BBC.
"La parte 'mala' ejerce presión hasta salir ganando. Sientes que estás perdiendo el control sobre ti misma cada vez más. Y entonces te autoenvenenas".
DEPRESIÓN Y ACOSO ESCOLAR
Jasmine fue diagnosticada con depresión cuando tenía 15 años y comenzó a autointoxicarse cuando tenía 16.
La relación con su madre fue complicada desde los 10 años y sufrió acoso escolar en la escuela secundaria.
La joven asegura que el autoenvenenamiento va "mucho más allá del estrés" de su vida diaria o de la dificultad de los exámenes. "Sucede cada pocos meses, pero más a menudo si estoy atravesando una época especialmente difícil".
La ONG Life Signs (señales de vida) describe el autoenvenenamiento como "una conducta deliberada y no suicida que inflige daño físico en tu cuerpo y que tiene por objetivo aliviar la angustia emocional".
De acuerdo con la organización, quienes lo hacen piensan que los síntomas físicos del autoenvenenamiento y otros tipos de autoagresiones, como cortarse, seránmás fáciles de sobrellevar que su dolor emocional.
Pero también advierte que esta práctica no alivia el sufrimiento y que, aunque quienes lo hacen no tienen la intención de acabar con su vida, se ponen en un alto riesgo de sufrir lesiones graves o incluso morir.
¿Qué es el autoenvenenamiento?
DOLOR FÍSICO Y MENTAL
Ashton tiene 20 años y dice que siente la necesidad de autolesionarse de tres a cuatro veces por semana.
Normalmente se produce cortes en la piel, pero una vez al mes recurre al autoenvenenamiento.
"Comencé cuando tenía 16 años. En ese momento tenía anorexia", dice la joven, que explica que la primera vez que se autoenvenenó "se pasó de la dosis". Después, empezó a hacerlo en cantidades más pequeñas.
"Es difícil de explicar. Me enveneno a mí misma porque quiero sentir algo físico, no solo mental. Es mucho más fácil describir los síntomas cuando te sientes físicamente enfermo; no tienes que explicarlos de la misma manera que cuando te sientes mal emocionalmente".
"Te aleja de tus preocupaciones. Simplemente te sientes mal, mareado. Y son síntomas físicos".
Ashton ha comenzado y abandonado sus estudios superiores "tres o cuatro veces", admite.
"No tengo muy buena relación con mi madre y no estudio ni trabajo".
"Soy muy consciente de lo que me estoy perdiendo, especialmente porque mis amigos ya se fueron a la universidad. Creo que eso motiva de alguna manera mis actuales episodios de autoenvenamiento", confiesa Ashton.
TENDENCIA CRECIENTE
Investigadores de la Universidad de Nottingham, en Reino Unido, analizaron todos los casos registrados en el país desde 1992 hasta 2002 en niños y adolescentes de entre 10 y 17 años.
Y descubrieron que hubo un aumento del 27% de casos de autoenvenenamiento en ese periodo de 20 años.
Pero estas cifras solo incluyen a los jóvenes que acabaron en el hospital.
Tanto Ashton como Jasmine dicen que, de acuerdo con su propia experiencia, el personal del hospital tenía dificultades a la hora de comprender sus episodios de autoenvenenamiento.
"Terminas por tener que explicar lo que pasó y a menudo ven el problema sólo en términos físicos, como lo que el envenenamiento pudo causar en tu hígado", dice Ashton.
En el caso de Jasmine, tras su paso por urgencias, le derivaron a una psicoterapeuta "que no era muy simpática". "Me hablaba como si me estuviera echando la bronca en lugar de tratar de entenderme", se queja la joven.
Para estos jóvenes, superar la tentación de autoenvenenarse puede llevar años. Pero no es una meta inalcanzable.
Sarah, de 27 años, lo logró, después de una adolescencia de autolesiones, marcada por el alcoholismo de su madre. Ahora trabaja como médico en el Sistema Nacional de Salud Británico (NHS).
"Fue muy duro. A veces salía de las sesiones de psicoterapia sintiéndome peor. Pero empecé a darme cuenta de que aprender a quererme a mí misma era muy importante".
Sarah dice que el yoga le resultó de gran ayuda.
"Necesitaba aprender amar mi cuerpo y mi mente. Y aspectos como aprender a respirar me ayudaron a relajarme", explica.
En febrero, Sarah celebró un año entero sin tratar de envenenarse.
Continúa practicando yoga y le gustaría, en un futuro, dar charlas a adolescentes sobre cómo superar el problema. "No es fácil pero se puede hacer", asegura.
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