El incontrolable gusto y deseo de comer chocolate es lo que muchos
especialistas llaman la “adicción al chocolate”, debido principalmente a
que existen más de 500 sustancias químicas en éste, los cuales generan
la liberación en el cerebro de otras sustancias como la anandamina,
similar a los compuestos de la marihuana.
No obstante, diversos estudios y expertos consideran que la llamada
adicción al chocolate va mucho más allá, debido a que siempre ha sido
considerada como un placer culposo, como lo detalla el doctor Barry
Smith, director del Centro para el Estudio de los Sentidos de la
Universidad de Birkbeck en Londres.
“Con el chocolate, el placer de la anticipación y la recompensa de comerlo coinciden.
La combinación de la suavidad y la cremosidad del chocolate en la boca,
la dulzura de su sabor, impulsado por aromas como el de la vainilla,
incluso antes de que llegue a las papilas gustativas, hacen que comer
chocolate sea una experiencia sumamente placentera.”
¿Entre más picoso, más sabroso?
Tanto los hombres como las mujeres pueden experimentar el placer del
chocolate, pero el sentido superior del olfato de las mujeres implica
que ellas pueden ser más propensas a disfrutar de esta sensación.
Para el psicólogo Benjamín Domínguez Trejo, investigador y profesor
de la Facultad de Psicología de la UNAM, la "apetencia" por el chocolate
nos cambia emocionalmente incluso antes de que lo tengamos en la mano o
en la boca, ocurre algo parecido con el chile, que pica porque contiene
capsaicina, que es el estímulo más doloroso (nociceptivo) que existe en
la naturaleza para todos los mamíferos.
“Todos recordamos en nuestra cultura el "primer taco con chile": una
experiencia muy aversiva: llanto, ardor incontrolable en la lengua y
labios, sensación de inflamación, que no se calma ni con el agua fría,
etc., después de esto algunos no se vuelven a acercar al chile, e
incluso lo detestan, tratan de borrarlo de su mente”.
Sin embargo, afirma, para el 85% de los mexicanos eso fue sólo el
punto de partida de un complejo proceso de aprendizaje socio-emocional
en el que no sólo aprendimos a tolerar la capsaicina en la boca y
aguantar o modular el dolor, sino que lo transformamos emocionalmente en
lo contrario una experiencia altamente placentera: mientras más chille
ponemos a los tacos, más sabrosos.
Sabores dulces reconfortan
Con el chocolate ocurre un proceso de cambios emocionales positivos
muy interesantes. La respuesta a los sabores dulces versus los amargos
se presenta desde las primeras semanas de vida en todos los mamíferos,
incluidos nosotros.
En general, están asociados con estados emocionales de mayor
tranquilidad y reposo que los amargos, lo cual se aprende durante el
desarrollo (aprendizaje asociativo).
Los sabores se asocian con otros estímulos, principalmente con
estímulos sociales (los producidos por la presencia, sonidos, contacto
con otras personas) por razones culturales e incluso genéticas (el caso
del chocolate , las tortillas y todos los productos del maíz).
“Los mexicanos somos especialmente sensibles a estos sabores y, por
supuesto, siguen teniendo una fuerte influencia en nuestro estado
emocional tanto por sus características nutricionales como por las
asociaciones que se han instalado (muchas de ellas incluso a nivel
no-consciente).
Comer autentico chocolate (oscuro-amargo) no resuelve nuestros
problemas, pero nos ayuda a producir más fácilmente un estado de
tranquilidad.
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