Poco tiempo
después de la derrota del Sandinismo en Nicaragua, vino el Comandante Tomás
Borge a Caracas y dictó una charla en la Universidad Central de Venezuela. Al
terminar la conferencia, de manera informal, un grupo de jóvenes improvisó una
tertulia con Borge. El Wikingo, así se llama quien para la época era un
aventajado estudiante de Geología, hoy curtido revolucionario forjado en mil
batallas y abundantes derrotas, le preguntó: "Comandante, ¿por qué el
Sandinismo fue derrotado?” Y el Comandante-poeta respondió relancino: "Porque
perdimos la humildad". Más que una frase fue un flechazo al alma. Sólo
un poeta podía resumir todo un proceso en un verso, en un epitafio.
La pérdida de la humildad arrastra dos vicios: la
ostentación y la soberbia. Estos pecados hacen mucho daño a una Revolución. La
ostentación trae el mal ejemplo, la desconfianza, el derroche: los carros, las
prendas, las ropas caras, el reloj, casas suntuosas, son malas compañeras para
la Revolución. La soberbia vuelve ciegos y sordos a los dirigentes a cualquier
nivel, no atienden a la masa, de ella se separan. Pero lo peor es que nubla la
mente, impide el entendimiento, desprecia el estudio, cultiva la vanidad, se
cree sabio, simula sapiencia, da todo por sabido, confía en ese raro invento
que llaman “los saberes”, éstos se transmiten por ósmosis, sin esfuerzo.
La soberbia impide la discusión. ¿Si todo se sabe,
para qué discutir? La discrepancia necesaria para el debate se califica de
desobediencia, los argumentos contrarios se descalifican. Las advertencias de
la necesidad de corregir el rumbo, son atrevimientos de "loquitos"
¿Cómo se va a equivocar quien todo lo sabe? Las alertas de las amenazas del
imperio son desestimadas, las encuestas todo lo cubren.
Razón tenía el Poeta-comandante, la pérdida de la
humildad es letal para una Revolución.
Sería un buen ejercicio explorar las causas de la
pérdida de algunas Revoluciones, sin duda la enseñanza será importante.
La Revolución Soviética, en el pensamiento del Che, se
derrumbó por usar las armas melladas del capitalismo para construir el
Socialismo. La Nueva Política Económica que implementó Lenin como forma de
resistencia a una situación, fue instaurada como una estrategia. Allá los
dirigentes perdieron la humildad. Domingo Alberto Rangel criticaba a un alto
dirigente soviético que coleccionaba autos de carrera.
Los chinos, en contra de la opinión de Mao, quien
ensayó la Revolución Cultural para impedir el deslizamiento hacia el
capitalismo, cayeron seducidos por los oropeles y hoy exhiben con "orgullo
metálico" sus millones de acaudalados capitalistas, y esconden con
vergüenza a los cientos de millones de explotados esclavos.
Es así, la historia del mundo lo muestra, la
humildad es un buen antídoto contra la restauración, y su pérdida es un
indicativo de que los asuntos de una Revolución van mal. Concluimos
recordándonos el viejo consejo: "Cuando veas la humildad de tu vecino
arder, pon la tuya en remojo."
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