Siempre he pensado que la ética de las revoluciones puede medirse por el
trato dado a sus más humildes colaboradores, esos cuya única riqueza es
su intachable hoja de conducta y cuyo único poder es el sacrificio de
luchar toda la vida por el socialismo junto a los pobres.
Soy de Aragua, toda mi vida he militado en el socialismo y el comunismo.
Aunque hace 11 años me vine a Caracas buscando nuevos horizontes, tengo
vigente en mi memoria el nombre de la abuela Emma Ortega en mi región
donde esta camarada es referencia de las luchas revolucionarias de
agricultores y campesinos.
Emma no necesitaba convertirse en la primera Ministra de Agricultura
Urbana de Venezuela para brillar porque su trayectoria de lucha popular
se basta por si misma; por eso sé que no buscaba el cargo.
Igualmente tengo certeza que no es un episodio agradable para los
revolucionarias de a pie que Emma ahora se convierta en la Ministra más
breve que ha tenido la Revolución Bolivariana, pues a sólo días de haber
sido designada terminó siendo removida.
Se cumple mi teoría de que hay revolucionarios que por ser rebeldes y
francos como son, sirven más en las calles que en las oficinas y ciertas
jerarquías insolentes. La burocracia suele ser prepotente, chismosa y
malagradecida, suele ser también el talón de aquiles de las revoluciones
porque en esencia burocratismo significa privilegio para pocos
oportunistas que chupan del Estado y eso se parece mucho al privilegio
sacado del capital por los capitalistas.
Ojalá cada día sea menor la influencia del burocratismo en nuestra
Patria y florezcan los actos, gestos y tratos revolucionarios. Cultivos
organopónicos y gallineros verticales en viviendas urbanas no tuvieron
tiempo de dar los románticos frutos ofrecidos por Emma porque antes
llegó la Gaceta Oficial relevándola del cargo y regresándola a su
granja.
Emma se va con la frente en alto. No seremos burócratas pero venceremos.
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