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lunes, 22 de junio de 2015

El hombre que dice tener el secreto para diseñar la felicidad

“Ir a mi trabajo cada mañana es una tortura, ¡tanta gente tratando de llegar a sus oficinas a la misma hora! Además, no soporto a mi jefe, está totalmente desconectado de lo que ocurre con el equipo. Todo es horrible”.
A lo mejor te identificas con la experiencia laboral descrita previamente. Y quizás, también, con la segunda parte del mismo testimonio:
“Pero amo mi trabajo. Siendo una empresa tan reconocida, ¿cómo no me va a gustar? Mi familia está muy orgullosa de mí. ¡Hay tanta gente que quisiera el puesto que yo tengo!”.
Si sientes algo similar, tu caso no es único. Puede que esa dinámica no te haga feliz, pero cambiarla, puede depender de ti en mayor medida de lo que crees.
Eso es lo que propone Paul Dolan, profesor de Ciencias del Comportamiento de la universidad inglesa London School of Economics y autor del libro Felicidad diseñada. ¿Pero cómo lograrlo?

La importancia del minuto a minuto

“Cuando tomamos alguna decisión, dedicamos mucho tiempo evaluando lo que hacemos y contando la historia de lo que se supone que nos hace felices, en vez de concentrarnos en las experiencias que conforman esa narrativa momento a momento”, le dice Dolan a BBC Mundo.
Pasar más tiempo con los seres queridos puede hacernos más felices.
La clave, según el autor, se encuentra en invertir mejor nuestro tiempo y prestarle atención a cómo nos sentimos con las cosas que hacemos día a día para concentrarnos en lo que nos resulta placentero.
A esta ecuación se le debe añadir el concepto de propósito.
“Cuando la gente se refiere al mismo, piensa en el significado que tienen sus vidas, sus ambiciones, sus proyectos. Pero en el contexto de las experiencias, el propósito es una experiencia de placer y diversión”, afirma Dolan.
También puede ocurrir que haya actividades que no son particularmente divertidas, pero resultan muy gratificantes.
Por ejemplo, leerle a tu hijo el cuento de la rana cantora por centésima vez – probablemente más- o enseñarle a atarse las trenzas de los zapatos.
“Considerando esto, una vida feliz es la que consigue el equilibrio entre experiencias placenteras y propósito. Esto, por supuesto, varía de una persona a otra, lo que le funciona a algunos no le sirve a otros. Cada quien tiene que encontrar lo que le satisface”, señala Dolan.

La fuerza del hábito

De acuerdo al planteamiento de Dolan, la dificultad no radica en encontrar lo que nos hace felices. Opina que cuando se reflexiona al respecto, se puede determinar con relativa facilidad.
La clave se encuentra en introducir en nuestra rutina las cosas que disfrutamos.
El reto es lograr hacer más de eso y menos de lo que nos hace miserables.
“Somos criaturas de hábitos, no de buena voluntad, así que las buenas intenciones no van a cambiar nuestro comportamiento. De hecho, asumir que la modificación de una conducta se concretará sólo porque se quiere, puede generar más frustración porque no pasa de esa manera”, indica el autor.
Todo pasa por diseñar el ambiente en el que nos desenvolvemos para lograr que los cambios se produzcan.
Para ejemplificarlo, Dolan refiere la experiencia de quien editó su libro.
La cantidad de cosas que tenía que hacer en el día le generaba ansiedad, así que decidió modificar la contraseña de su computadora a cada hora. Eso le generaba calma.
“Sabía que lo hacía con ese objetivo, estaba diseñando su felicidad. Como el cerebro es flojo, es más fácil hacer las cosas sin tener que pensar mucho en ellas”, dice Dolan.
Así que hay que encontrar la manera de introducir en nuestra rutina esas cosas que nos hacen felices, lo ideal es que sea algo que no requiera esfuerzo.

Algunas recomendaciones

Según Dolan, cuando la gente trata de hacer cosas que le den más felicidad, cree que debe lograr cambios radicales como mudarse o dejar a su pareja.
Los pequeños detalles pueden hacer la diferencia.
Pero en realidad se trata de modificar pequeños detalles en el día a día. Todo suma para hacernos más felices.
Por supuesto, dentro de las restricciones que puede imponer la vida. Se trata de lo que los individuos pueden hacer por sí mismos.
A continuación, algunos ejemplos de esos instantes que pueden hacer la diferencia.
Dedicar diariamente cinco minutos, diez o lo que se pueda a alguna actividad que nos guste, como hablar con un buen amigo.
Escuchar música es una de esas cosas que sin duda afecta positivamente a las personas. Dolan indica que hay varios estudios que demuestran cómo cuando se oyen los acordes, todas las áreas del cerebro asociadas con cosas buenas se iluminan. Se usa además como tratamiento en un rango muy amplio de condiciones médicas.
Salir y respirar aire fresco, no pasar mucho tiempo confinado en cuatro paredes.
Pasar tiempo con personas que queremos.

Juntarse con quienes tienen disfrutan de cosas similares, como por ejemplo con un grupo que organiza caminatas en el campo o la montaña los fines de semana.
Hacer cosas nuevas.
Ayudar a otras personas.
También es más probable que hagamos algo si nos comprometemos con alguien. Por ejemplo, si acuerdas encontrarte con una amiga a las 5 de la tarde todos los viernes y los demás lo saben, probablemente lo vas a cumplir.





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