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miércoles, 30 de septiembre de 2015

Ada Lovelace: la visionaria victoriana que anticipó nuestra era digital



Ada Lovelace imaginó en el siglo XIX lo que estamos viviendo en el XXI.
Se la considera una modelo ejemplar de una mujer en el mundo de la tecnología.
En un artículo publicado en 1843, habló de un mundo en el que máquinas programables serían esenciales para el progreso de la ciencia e, incluso, podrían servir para crear arte y música.
Pero las opiniones difieren en torno a si Ada Lovelace fue la primera visionaria tecnológica o, como algunos críticos creen ahora, si su contribución a la ciencia de sistemas computarizados está sobrevaluada.

Mucha de la correspondencia de Ada Lovelace se encuentra archivada en la Biblioteca Bodleian de Oxford y el contenido revela la imagen de una mujer apasionada, ambiciosa pero también imperfecta.
Es cierto que, a veces, Ada manifestaba un sentido exagerado de su propio destino. Muchas de sus cartas son largas, personalmente obsesivas y un poco extravagantes. Queda claro que atravesó varios episodios maníacos.

Pasión por las matemáticas

A pesar de, o quizás debido a, sus constantes batallas contra su estado mental y físico, Ada desarrolló un interés inicial por las matemáticas.
Después, concentró su atención en las máquinas del pionero de la computación Charles Babbage, a quien siguió con gran pasión y dedicación.
De muchas maneras, Ada Lovelace, mujer de la época victoriana del Siglo XIX, anticipó nuestra era digital.
Fue un extraordinario salto de la imaginación. Quizás no muy sorprendente, teniendo en cuenta que era la hija abandonada del poeta romántico Lord Byron.
La madre soltera de Ada, Lady Byron, la sometió a un estricto régimen de estudios morales y matemáticos desde temprana edad, con la esperanza de que contrarrestaran cualquier peligrosa tendencia "poética" que pudo haber heredado de su afamado y polémico padre.
"Más matemáticas" era la receta que usualmente se le formulaba cuando atravesaba períodos de inestabilidad mental.
Aun así, Ada ahondó en su pasión por las matemáticas.
A los 26 años, casada y con tres hijos pequeños, se inscribió en un curso de matemáticas por correspondencia.
Las cartas que intercambió con su distinguido tutor revelan que estaba trabajando a un nivel de estudiante de primer año de universidad destacada.
Se puede decir que Ada Lovelace era una buena, mas no brillante, matemática.

El hombre que cambió su vida

A los 17 años, había conocido a Charles Babbage y una de sus innovadoras máquinas calculadoras, la Máquina Diferencial, durante una fiesta en el salón del ingeniero en Londres.
Babbage cambió la vida de Ada, aunque no de la manera en la que la mayoría de las jóvenes debutantes del Siglo XIX se hubieran imaginado.
Años más tarde, Ada le hizo una propuesta atrevida a Babbage. Se ofreció a trabajar como su asistente.
Fue una movida agresiva, especialmente dadas las rígidas convenciones que dominaban el mundo victoriano de la época. Pero la respuesta fue positiva.
Babbage se encontraba trabajando en el diseño de una nueva máquina, que llamó la Máquina Analítica.



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