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viernes, 9 de octubre de 2015

Cómo llegar a los cien años haciendo todo lo que nos dicen que está mal



Empecemos con una advertencia: no intentéis esto en casa. Aunque Susannah Mushatt Jones llegase en julio a los 116 años con una pasión por el bacon que hasta su tarta de cumpleaños llevaba el ingrediente, lo más probable es que tenga una genética privilegiada. Como Jeanne Calment, que fue fumadora -aunque moderada- hasta los 117 años.
O Winnie Langley, la londinense que se encendió un cigarrillo con las velas de su tarta de los 100 años. Existen personas cuyos genes les permiten saltarse a la torera la mayor parte de los hábitos que asociamos con una vida longeva. Porque, con los supercentenarios, los hábitos no se aplican. Cada uno afirma tener “un secreto” distinto, pero todos “dependen en un 70% de los genes y un 30% del entorno”.
Si quieres vivir 100 años…
La frase es del doctor Thomas Perls, uno de los mayores investigadores sobre la vejez extrema (y que tiene una calculadora para ver si puedes llegar a los 100 años). Y que considera que los pilares de la vida sana (no fumar ni beber, no consumir carne roja, hacer ejercicio, evitar el estrés) pueden servir para llegar hasta los 85 o lo los 90 años. A partir de ahí, casi todo depende del equipaje genético de cada uno. Se sabe, por ejemplo, que hay variantes genéticas que protegen a algunas personas de los dos mayores males del tabaco -enfisema y cáncer de pulmón-.
Es una de las razones para entender el caso de Calment, la persona (verificada) más longeva del planeta, que murió cinco años después de dejar de fumar. A los 122 años. Calment también bebía una copita de oporto y no se privaba de chocolate. Sobrevivió a todo el mundo: a su marido, a su única hija, a su nieta y a un abogado que cometió el error de firmar con ella una de esas hipotecas inversas de “yo te pago un dinero al mes porque te queda poco, y cuando mueras me quedo con tu piso”. Calment tenía por entonces 90 años. Cuando el abogado Raffrey murió, ella tenía 121 años y él le había abonado más o menos el doble del valor del mercado de la propiedad.
“Qué se le va a hacer”, afirmó la francesa, “hay gente que hace malos negocios”.
Fumadores obstinados
Winnie Langley.
Winnie Langley, la fumadora londinense, no vivió tanto pero también redujo el tabaco poco después de soplar la tarta: a los 102 años. ¿El motivo?** El alto coste de la vida**. La crisis la obligó en 2009 a fumar sólo un pitillo al día, porque no podía permitirse más. Murió meses antes de cumplir los 103.
La lista sigue: George Francis vivió 112 años (1896-2008). Comía cerdo, mantequilla, huevos, leche. Aunque había dejado el tabaco pronto. A los 75 años. Pero si lo de Francis era impresionante, lo de su tocayo George Burns, el hombre más famoso de nuestra lista llegaba más lejos.
Burns fumó unos 300.000 puros a lo largo de sus 100 años. Medía sus monólogos en lo que tardaban los puros en consumirse, de hecho. Y se quejaba de que, en sus últimos años, apenas podía fumar cuatro diarios por lo difícil que se hacía fumar en público. Era bebedor y animal nocturno. Eso sí, se enorgullecía de que nunca le había dado a la marihuana: “¿qué me van a a dar las drogas que no haya visto en el mundo del espectáculo?”. Burns ganó el Oscar a mejor Actor de Reparto en 1975, con 80 años (por La Pareja Chiflada, con Walter Matthau).
Burns llevó los chistes sobre su estilo de vida hasta el final: “cuando era joven me llamaban individualista. A los 50, me llamaban excéntrico. Ahora hago y digo lo mismo y me llaman senil”. Más lejos que el Señor Wences,un ventrílocuo reconocidísimo en Estados Unidos. Y parte de su show era proyectar la voz mientras bebía o fumaba. Curiosamente, el Señor Wences es prácticamente un desconocido en España, salvo alguna parodia excelente. Y eso que era salmantino, se llamaba Wenceslao Moreno y se retiró a su tierra natal, donde vivió hasta los 103 años. Eso sí, en sus años americanos dejó huella en su sobrino: un tal José Luis Moreno.
Comer como si no hubiera un mañana
Podríamos seguir con centenarios insólitos: Chris Mortensen, que recibió de uno de los investigadores de la inmortalidad una caja de puros en su 113º cumpleaños. Murió a los 115 años, tras casi un siglo de tabaco. Pero no se tragaba el humo, según él.
O el chino Zhang Shuqing, que cumplió 100 años en 2007 y presumía de que su secreto era fumar a diario y beber después de cada comida. Comida compuesta por dos pechugas de pollo, grasa de cerdo al vapor, arroz, fruta y verduras que devoraba en menos de 20 minutos. O Charlotte Hugues, que llegó a los 115 años y voló en el Concorde con 110 cumplidos. La británica confesaba tres hábitos, uno en común con Emma Morano (la europea más longeva viva en la actualidad: 115 años y tres huevos al día), otro con el bacon de Susanna Jones y el último equivalente al oporto de Jeanne Calment: un buen brandy.



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